Hechizo

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Año 2009.

Recordar aquella asquerosa arma incrustada en su pecho aun causaba molestias en el corazón de Astrid; no sabía si era por las consecuencias de las palabras de Haddock, pero había rememorado con detalle la exhibición de ese día, cuando quedó maldita de por vida y todo por causa de él. Ahora en penitencia para la salvación de su alma tenía que hacer cosas buenas.

Dado a eso, se olvidó de su carrera como cazadora de brujos y seres malignos y se convirtió en cantante seid, ya que con el tiempo descubrió el poder que su música tenía sobre otros, además de que su furioso abuelo y también padre (aunque lo disimulara) le prohibieron hacer otra cosa que no fuera cantar, y con el tiempo comenzaron a lucrar con ello.

—¿En qué piensas hija?

Despertó al escuchar la sutil voz de su padre.

—En nada. —respondió sin despegar su mirada de la ventanilla del auto.

Axel apretó los labios, pues de sus tres hijos con la que más trabajo le costaba lidiar era con Astrid, ya que Camicazi siempre hacía caso a todo lo que le pedía, y Fare siendo un varón tenía más privilegios y libertades.

—Hoy será la reapertura del bar- teatro, espero te comportes. —pidió con un poco de frialdad, ya que no esperaba algo diferente de su hija.

—No tendrás queja de mí, papá, te lo aseguro. —respondió esta con el mismo tono frívolo.

—Eso espero. También te informo que tu prometido irá a verte cantar.

Escuchar aquello hizo a Astrid estremecerse, un gesto que no pasó desapercibido por el padre que, carraspeando, trató de mantenerse indiferente.

—Dados a los eventos ocurridos en nuestro negocio y también a ciertos problemas que se presentaron en el norte sabes que la boda se pospuso, pero ahora con la reapertura del bar- teatro, los Lundgren han solicitado se reanude esta unión lo más pronto posible, debido a eso tu prometido vendrá tanto para verte como para fijar una fecha para la boda.

Astrid rodó los ojos y rechinó los dientes sintiéndose imponente, así como una simple mercancía en una estantería.

—¡No me pongas esa cara niña! —regañó Axel sintiéndose insultado.

—¿Niels Lundgren? ¿En serio, papá? ¿Es lo mejor que el abuelo me pudo conseguir? —preguntó mostrando abiertamente lo furiosa que estaba.

Axel se sobresaltó y tragó saliva; sin embargo, rápidamente recobró su compostura rígida.

—Sí... ¿Qué tiene? Es de buena familia, adinerado, con un gran circulo social mágico... los hijos que llegues a tener con él...

—¡Claro! ¡Sólo les importa la maldita descendencia y cuanto provecho puedan sacarle! ¡¿No es así?!

—¡No me levantes la voz, niña irrespetuosa! —regañó Axel furioso. — ¡Te casarás con el prospecto que tu abuelo te impuso y punto! ¿Entendido?

La respuesta no pudo salir de la hechicera debido al nudo que se le formó en la garganta.

—¡¿Qué si has entendido?! —exigió su padre la respuesta.

—¡Entendido! —respondió furiosa y sonrió para sus adentros, pues pronto recordó lo que había hecho para evitar que el matrimonio durara menos de lo esperado.

Mientras tanto, el frustrado Axel trató de calmarse, pues en el lecho de muerte de su esposa había prometido cuidar y procurar por sus hijos, fuera como fuera, pero con la actitud de Astrid a veces se le hacía imposible cumplir con esa promesa.

La maldición que nos une (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora