Un mal presentimiento.

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Mil disculpas por la tardanza.

No terminé hasta donde quería, pero opté por publicar lo que tenía.

Capítulo 48.

Un mal presentimiento.

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—¿Dónde estoy?

Se preguntó una voz en medio de la oscuridad.

Todo a su alrededor era completamente negro que ni siquiera era capaz de verse así misma. Sus demás sentidos también parecían paralizados, no creía que fuera capaz de sentir el suelo que pisaba (si es que lo hacía) y aunque intentara caminar tampoco creía que lo estuviera haciendo en realidad; aromas, no podía oler nada, era como si estuviera en una espacio neutro de olores y del gusto, ni hablar ni siquiera sabía si tenía boca y lengua para hablar.

—¿Dónde estoy?

Se volvió a preguntar mentalmente con más angustia, tratando inútilmente de usar el último sentido que le faltaba, el oído, el cual insólitamente sí reaccionó, pero debido a un abrupto ruido que le alteró los demás sentidos y que le hizo bombardear fuertemente el corazón. Parecía el sonido de una explosión.

—¿Qué fue eso?

Al momento que preguntó aquello, el sonido de otra explosión la abrumó y alteró más de lo que ya estaba, con todas sus fuerzas trató de moverse, pero no pudo. Entonces luchó y luchó cuanto pudo contra la parálisis que la dominaba, cuando de repente, una luz apareció frente a ella, primero como un punto en medio de la nada que poco a poco se fue extendiendo hasta cubrir todo su alrededor y le mostró el escenario de una silenciosa habitación de paredes blancas.

— "Un sueño". —pensó la cohibida Astrid, aún recostada en la cama, aún con su corazón latiendo rápidamente.

Lentamente se reincorporó, retirándose la gruesa colcha que la cobijaba. Llevó su mano al pecho, este recuperó rápidamente su ritmo cardiaco normal; sin embargo, una sensación de incertidumbre se quedó con ella.

¿Por qué? No lo sabía con exactitud, generalmente solía tener sueños extraños de los cuales raramente se acordaba, pero ese sueño en donde prácticamente escuchó sonidos la tenían inquieta.

"Es sólo un sueño, no pasa nada." Trató de decirse así misma para quitarse esa sensación, pero no pudo, así que optó por levantarse de la cama para ponerse a hacer algo productivo que la hiciera olvidar, pero en cuanto caminó hacia las gavetas para escoger la ropa del día, nuevamente quedó paralizada al ver por la ventana.

El cielo estaba nublado, nada extraño para el tiempo en el que estaban, el mes de diciembre había empezado días atrás y ya se estaban pronosticando las primeras nevadas, pero lejos del tema del cambio de clima, Astrid se quedó pensativa, recordando nuevamente aquella oscuridad y aquellos espantosos ruidos.

Y así hubiera permanecido, de no ser porque el despertador (que ahora tenía programado en el móvil) sonó. Reaccionando rápidamente y olvidándose de lo anterior, acudió a apagarlo y enseguida se dispuso a vestirse para las actividades que le esperaban en el día.

Era sábado, sólo haría unos cuantos movimientos con Heather en el invernadero y enseguida harían cuentas de lo que habían ganado el día anterior, por lo que se apresuró ya que su amiga no tardaría en llegar.

Al salir de la habitación, antes de bajar a la planta baja, fue a la habitación de sus hijos y como todos los fines de semana, los encontró durmiendo cómodamente en sus camas, al igual que los guías que hasta sus rugidos (ronquidos) se escuchaban desde donde estaba, en especial los de Toothless.

La maldición que nos une (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora