Afronta la realidad Pt 1

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Berk.

Noviembre 2018.

¿Qué estaba pasando?

Era la principal pregunta que rondaba por la cabeza de los hechiceros que, aún boquiabiertos, miraban a los niños frente a ellos como si fueran bichos.

No fue hasta que la pequeña niña se movió de su lugar para ir a una de las esquinas de la habitación para tomar un objeto que yacía recargado sobre la pared y que Haddock reconoció como suyo, o eso creyó, ya que se veía un poco diferente a como la recordaba.

—¿Otra vez olvidaste dónde la dejaste papi? —preguntó la niña llevándole con mucho esfuerzo la pesada prótesis que él solía usar.

Como respuesta, Hiccup sólo balbuceó y estando aun en shock, sólo le arrebató con rudeza la prótesis a la niña para luego ponérsela rápidamente, mientras que la pequeña sólo quedó perpleja, pensando que había hecho algo malo.

—Mami, ya tengo hambre. —se escuchó de lado de Hofferson.

Astrid, ahora con una mueca de horror, veía como aquel chiquillo se le colgaba de la pierna y le "exigía" comida.

—Mami...—la zarandeó el pequeño para que reaccionara y se aferró más a su pierna.

Pero como respuesta, la hechicera sólo comenzó a enrojecer por un repentino estrés que empezó a sentir.

—¡SUELTAME!

Aquel furioso grito, hizo que tanto el pequeño como la pequeña se echaran unos pasos hacia atrás asustados, momento que Hiccup aprovechó para ponerse de nuevo en pie y para tomar el resto de la ropa que encontró en la habitación.

—No sé qué está pasando aquí, pero ¡Yo me largo de aquí!

Y... saltó por la ventana.

Ante aquel acto de osadía, los asustados chiquillos fueron los primeros en reaccionar y rápidamente corrieron a la ventana para buscar a su papá, mientras que la boquiabierta Astrid, aprovechó aquella distracción y tomó un pequeño short que encontró tirado del otro extremo de la habitación.

—¡Mami, papi se fue! —chilló la niña, volviéndose de nuevo hacia su progenitora al igual que el asustado niño.

La hechicera se paralizó a medio acto de estarse atando uno tenis sucios que encontró y se sintió acorralada, pues esos niños amenazaban con ponerse a llorar.

—Se pegó bien feo. —contó el niño empezando a hipear. —¿Por qué se fue?

—No, no... no lloren. —suplicó Astrid, temiendo que esos niños estallaran en llanto como una bomba.

Sin embargo, los niños hicieron caso omiso, y sus sollozos se incrementaron al mismo tiempo que sus caritas se enrojecían por la angustia.

—No, no...por favor, por favor.

—¡ ¡ ¡ ¡ QUIERO A MI PAPI! ! ! !  —estallaron los dos niños escandalosamente. 

De tan fuerte que fueron los lloriqueos, Astrid se cubrió los oídos sintiéndose al borde de un colapso nervioso y de la histeria, y más cuando esos niños pretendieron consolarse con ella y corrieron con brazos abiertos en su dirección.

—¡NO, NO PUEDO! —gritó enloquecidamente y salió de la habitación antes de que la alcanzaran.

—¡MAMI! —gritaron los pequeños detrás de ella.

Pero Astrid no los escuchó y siguió corrieron por el único camino que tenía, un pasillo alargado que después la llevó a unas escaleras, rápidamente bajó por estas, las cuales conducían directamente a la puerta de la salida; sin embargo, estaba tan confundida que no pudo evitar dar un vistazo rápido alrededor de la casa, la cual en definitiva no era la suya o alguna conocida.

La maldición que nos une (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora