Capítulo 6. Esto no es volar, es caer con estilo

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Marzo 2019, Madrid

Dos meses después del discurso

Cincuenta y nueve visitas, Alba las había contado, había contado todas y cada una de las mañanas que la morena había amanecido en su puerta. Aquello se había convertido en una costumbre, en un ritual, ellas fumándose un cigarro sin mirarse, a siete metros de distancia.

Natalia nunca buscaba el contacto ningún tipo de contacto, ni siquiera el visual, pero Alba podía sentir sus ojos sobre ella cuando la otra pensaba que no la miraba.

Tras la primera semana, la rubia había comprobado que la otra siempre estaba allí, fines de semana incluidos, ya hiciese sol o nevase, siempre la esperaba para "acompañarla" al coche. La más alta siempre la esperaba entre las sombras, asegurándose de que Alba no salía de la casa acompañada, para después aparecer como una especie de ensoñación.

Uno de los días, Carlos se había empeñado en llevarla al trabajo en su coche, ya que ella tenía el suyo en el taller, sólo un día, y ese día no pudo ver a Natalia, que se desvaneció como un fantasma. Desde entonces, la rubia siempre había encontrado un motivo o una excusa para salir sola de la vivienda las noches que su novio dormía con ella.

Alba también había comprendido que no serviría de nada volver a intentar acercarse a ella, porque la morena volvería a salir corriendo, así que su rutina sólo incluía un paseo hasta el coche y lo que durase un cigarro. Ni siquiera habían compartido una mirada o una sonrisa. La rubia había dedicado noches enteras a intentar imaginar que querría aquella mujer, por qué extraño motivo iba a verla cada día después de todo lo que había pasado... pero Natalia siempre había sido así... impredecible.

Aunque tenía poco tiempo para observarla, la valenciana se había dado cuenta de que seguía trabajando para aquella pizzería que la devolvió a su vida como por un capricho del destino, ya que en más de una ocasión había aparecido con una chaqueta con el logo del negocio y con un casco. También se había fijado en su delgadez y sus ojeras, por el motivo que fuese, Natalia no parecía dedicar mucho tiempo a cuidarse, pero ni por esas perdía ni una pizca de aquel atractivo arrollador que siempre había provocado estragos.

Otra de las cosas que más intrigaba a Alba era el motivo por el cual, a pesar de que huía cuando la rubia salía de casa acompañada por cualquier otra persona, no lo hacía cuando quien la acompañaba era su hija. Esos días, Natalia caminaba dejando entre ellas aún más distancia para evitar que la niña la viese, pero no se iba hasta que no veía el coche alejarse. Esos días, no había cigarro para ninguna de las dos.

Cincuenta y nueve visitas en sesenta y un días, sólo había faltado dos. Dos días en los que Alba pensó en las mil y una cosas horribles que podrían haberle pasado a la morena, todas ellas acababan con ella hospitalizada o en la morgue. Aunque su cuerpo reaccionaba de forma extraña ante aquella sensación de... ¿abandono? No, no podía ser, aquella mujer la había partido por la mitad, la había ilusionado para después abandonarla a su suerte, aquella mujer le había hecho más daño que cualquier otra persona que pudiera recordar... y ella se sentía terriblemente asustada por el hecho de pudiera haberse esfumado... otra vez. Durante aquellas setenta y dos horas, las emociones de Alba viajaban en una montaña rusa entre el miedo, el dolor y el enfado con ella misma por permitir las otras dos.

Cuando finalmente, Natalia apareció la mañana del tercer día, llevaba un ojo morado, el labio partido y en una de las muñecas un aparatoso vendaje que se esforzaba por camuflar con la chupa de cuero.

"... descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos...", aquella frase de la biblia que tantas veces había repetido en clase cuando era niña, ahora tomaba un significado diferente para Alba.

To And Fro | AlbaliaNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ