Capítulo 23. I wish I knew how to quit you

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Madrid, 2013

No había pasado ni media hora desde la llamada de Alba cuando Natalia la estaba subiendo a una enorme moto, por cuya procedencia la rubia habría preguntado de no ser por el horrible dolor en la tripa que casi la hace desmayarse en más de una ocasión. Desde que había colgado el teléfono la pequeña no había salido del baño preocupada porque no dejaba de sangrar, y no fue hasta que escuchó a la navarra entrar en la oficina cuando se decidió a salir.

Con una breve indicación a la morena, ésta había esperado a un lado, mientras Alba, con toda la tranquilidad del mundo le contaba a la recepcionista que tenía revisión en el médico y se ausentaría el resto del día.

Aunque los gestos de la rubia eran de lo más normales, el miedo en sus ojos y la fuerza con la que apretó su mano, una vez que estuvo a su lado despejan todas las dudas de Natalia sobre la urgencia de aquella llamada. No es hasta que giran la esquina y se alejan del negocio cuando la morena asustada, se decide a hablar:

- Peque, ¿qué ha pasado? - dice mirándole el cuerpo por si ve alguna herida.

- Estoy... estoy sangrando, Nat - contesta llevándose la mano a la tripa - me muero del dolor.

La última parte de la frase es apenas audible, porque queda sepultada por un gemido incontrolable, que sale de la boca de la pequeña, a la que se le doblan las piernas en ese instante, obligando a Natalia a cogerla casi a punto de tocar el suelo.

- Vale, nena, no pasa nada, nos vamos al hospital - responde alzando la vista en busca de su vehículo - ¿puedes andar?

Aunque asiente con la cabeza e intenta dar un par de pasos, Alba tiene que detenerse de nuevo al sufrir otro calambre en el abdomen. Natalia, sin perder más tiempo, la coge en brazos y la aprieta contra su cuerpo.

- No te preocupes, ¿vale?, ya nos vamos - explica con la voz lo más calmada que le permiten los nervios, mientras la deja cuidadosamente en el asiento. - Todo va a salir bien, pero necesito que me abraces fuerte y no pares de hablarme en todo el rato, ¿de acuerdo?

Aunque en apenas diez minutos, tras saltarse todos los semáforos que se encontró a su paso, Natalia paraba la moto en la puerta de un hospital, a Alba le parecieron horas. Los acontecimientos que siguieron a aquella entrada en urgencias se difuminaron en una especie de nube semiinconsciente para la valenciana, que lo siguiente que recuerda es despertarse en la habitación de un hospital para encontrarse con los preocupados ojos de Natalia y Sabela que hablan en voz baja en una de las esquinas.

La navarra, de pie, se balancea nerviosa mientras que una de sus manos se masajea la nuca, gesto inequívoco del tremendo dolor de cabeza que debía tener, producto del estrés. Aquello era la manifestación física de lo que la morena siempre se esforzaba por no mostrar anímicamente. Sabela, sin embargo, estaba sentada en uno de los sillones que había en el cuarto, parecía más tranquila, pero el tic de una de sus piernas, llevaba a la rubia a pensar lo contrario... algo había ido mal.

- Hola... - la palabra, casi inaudible, sale de los labios de la pequeña y casi de forma instantánea, sus dos amigas están pegadas a ella.

- ¡Alba, cariño!, ¿cómo te encuentras? - pregunta la gallega.

- Como si me hubiesen dado una paliza - responde ella intentando mostrar una sonrisa.

De forma inconsciente, la rubia busca los ojos de Natalia, no le sería necesario preguntar si podía leer sus ojos sólo un momento.

- Nat... - sólo con un breve intercambio y viendo la sonrisa en la cara de la morena, Alba deja salir todo el aire que estaba aguantando en los pulmones.

To And Fro | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora