Capítulo 27. I knew what I needed to do and how to do it

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Madrid, 2013

- No puedo más, Nat, me lo hago encima – protesta Alba cruzando las piernas en el rellano de la planta.

- Ya voy, ya voy, dame un segundo – contesta la morena que intenta abrir la puerta de la casa sin que se le caigan ninguna de las bolsas que va cargando.

- ¡Vamos Nat, vamos! – apremia la otra, que tan pronto como ve la puerta abrirse, pasa corriendo, camino del cuarto de baño.

- Hola a ti también, ¿eh? – protesta Julia que está sosteniendo el pomo – He escuchado al Furby meón y he venido en tu ayuda.

La gaditana termina de abrir y ayuda a Natalia a cargar con algunas bolsas.

- Dios... te querré para siempre – suspira la otra – Le he dicho treinta veces que fuese al baño en el centro comercial, pero me ha dicho que le daba mucho asco y que aguantaba sin problemas, hasta que llegásemos a casa.

- Siempre le pasa lo mismo, cuanto más grande, más tonta – se ríe la castaña, provocando la sonrisa de la navarra.

- ¡Eh, perras!, ¡que os estoy escuchando! – protesta Alba desde el baño.

- ¿Se puede saber por qué no cierras la puerta del baño cuando entras? – contesta Julia, dejando las bolsas sobre la mesa del salón.

- ¡Cuestión de prioridades, bonita! – responde la rubia.

- Madre mía, pero ¿qué es todo esto? – pregunta mirando las bolsas.

- ¿Tú sabías que un bebé es un ser que, no sólo se está comiendo a Alba desde dentro, sino que a mí me está consumiendo la vida y la cuenta bancaria? – responde la morena con una sonrisa.

- Pues no tenía ni idea, pero por la cantidad de porquerías que habéis comprado, debe ser cierto – dice la gaditana sacando, con cara de profunda confusión, algunas cajas de una de las bolsas - ¿qué... qué se supone que es esto?

- Eso es un sacaleches – explica Alba, que entra en el salón mucho más relajada.

- ¡Puag! – exclama Julia, dejándolo rápidamente sobre la mesa.

- ¡Que todavía no lo he usado, pedorra! – protesta la rubia entre risas.

- Es un trasto inútil, yo le he dicho que se lo hago gratis – la pica la navarra.

- De nuevo... ¡puag! – la cara de asco de Julia hace que las otras dos estallen en carcajadas.

Terminan de colocar todo en los armarios y tras cenar lo primero que encuentran en la nevera, se sientan a ver una película en el sofá. En menos de quince minutos, Alba duerme plácidamente abrazada al cuerpo de Natalia, que le acaricia suavemente el pelo.

- Ey, Nat, ¿hablaste con David por lo de las horas extras? – pregunta la gaditana.

Natalia había encontrado un trabajo medianamente estable en un taller de coches de barrio, aunque había empezado echando horas sólo en días clave, ya tenía un horario más o menos fijo con un patético sueldo que la hacía ir económicamente con el agua al cuello desde el día 20 de cada mes.

- Sí, me ha dicho que puedo echar las horas que quiera, porque trabajo tenemos, pero que lo de que las pague como horas extras... pues que me olvide – explica algo preocupada.

Aunque delante de Alba, la navarra intentaba no comentar nada con respecto al dinero, lo cierto es que había agotado todas sus reservas económicas en los primeros cinco meses de embarazo. La situación de la valenciana no era mucho mejor, tras una discusión telefónica con su jefe al anunciarle que debía darse de baja por el embarazo, éste se había amparado en alguna estúpida cláusula de su contrato para despedirla. Habían puesto el tema en manos de un abogado, que les había prometido que aquello era una victoria segura pero también les había dicho que sería un proceso largo y tedioso.

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now