Capítulo 15. This is the very painting of your fear

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Valencia, 2010

- ¡Dios, Nat! – el gemido de Alba recorre la casa entera, justo antes de que su cuerpo se desplome sobre el de la morena – joder...

Mientras ambas tratan de estabilizar la respiración, Natalia acaricia la cara de la pequeña, devolviendo algunos mechones rebeldes tras su oreja. El cuerpo desnudo de la rubia, cubierto de sudor es la manta perfecta para aquella "siesta" improvisada de las chicas al saber que tendrían la casa para ellas solas, mientras que los adultos se iban a hacer la compra, llevándose a Marina.

- Esto está empezando a convertirse en una droga – sonríe Natalia.

- Pues sí... deberías haberme dicho que era así – contesta entre risas – habríamos empezado muuuuucho antes.

- Es que no tenía ni idea – se defiende la otra.

- ¿Cómo que no?, pero si has estado con un montón de chicos – dice la otra, curiosa, mientras seca con su mano las gotas de sudor que ruedan por el pecho de su amiga.

- Claro, con chicos sí – responde.

- ¿Qué pasa?, ¿con chicos es diferente? – pregunta dejando un beso en su hombro.

- Mucho, no tiene nada que ver – dice, besando su frente.

- Bueno, ya te diré qué me parece cuando lo pruebe – comenta con una sonrisa antes de acariciar con los dedos el vientre plano de Natalia.

- Ehm... claro, ya me dirás - responde, tosiendo un poco para aclararse la voz – creo que deberíamos ir preparándonos, tus padres van a llegar enseguida y los chicos vienen a buscarnos en una hora.

Sin esperar a que Alba responda, la morena sale de la cama desnuda, coge una toalla y se dirige al cuarto de baño. Esto pilla a la pequeña por sorpresa, desde hace ya dos meses, Natalia la tiene acostumbrada a largas sesiones de besos cuando terminan de... hacer otro tipo de cosas. La relación entre ellas no sólo no se había resentido, sino que había ido a mejor, si es que aquello era posible. A pesar de los continuos castigos a los que las monjas sometían a la navarra, que cada vez aparecía menos por la casa de acogida, ésta buscaba la forma de escabullirse de allí para ir a pasar el fin de semana con Alba, muchas veces, con la ayuda inestimable de la hermana Dolores, que conocía el efecto calmante de la valenciana sobre "su niña".

La rubia cada vez buscaba más el contacto de Natalia, incluso en la calle o delante de sus padres, y lo hacía de forma tan natural que era como si lo raro fuese no besarla o no cogerla de la mano. Una de las noches de discoteca, cuando Alba ya iba un poco pasada de copas, había tenido la maravillosa idea de besarla en mitad de la pista.

- ¿Pero qué haces? – pregunta Natalia confusa, mientras se aparta de ella mirando alrededor - ¿no ves que aquí puede verte cualquiera?

- No me importa, Nat – responde la rubia con una sonrisa.

- ¿Y Rubén?, ¿qué va a pensar Rubén?

- Si ni siquiera sé dónde está – contesta mirando alrededor - ¿ves?, no está.

- Igual es porque estás pasando de él – le recrimina Natalia algo molesta.

- Pero bueno, ahora resulta que eres amiga de mi novio y yo sin saberlo – responde algo más seria.

- No, Alba, pero esto no está bien – protesta tocándose el pelo, nerviosa.

- Pero sí está bien cuando me follas en mi casa – responde plantándose a escasos centímetros de su cara.

- ¡Alba!... – la morena no sabe qué contestar, así que coge su cazadora y decide salir del local – odio cuando te pones así.

Casi media hora, y dos cigarros después, Natalia respira hondo mientras que, apoyada en una de las paredes del bar, ve pasar a la gente que entra y sale por la puerta. Está más tranquila hasta que ve aparecer a la rubia por esa misma salida.

To And Fro | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora