Capítulo 7. If I could find a place that make me feel like Tiffany's

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Valencia, 2009

- ¿Natalia?, ¿dónde está Natalia? – pregunta una de sus amigas.

- Pues creo que se había ido por ahí con el tío mayor ese – responde la otra, mientras ambas esperan para entrar a un local.

- ¿No es esa?... ¡Natalia! – grita la rubia.

- ¡Mari!, tía, ¿dónde os habíais metido? – contesta la navarra acercándose a sus amigas.

- ¿Dónde estabas tú?, ¿dónde has dejado al tío ese? – pregunta la otra morena.

- Tranqui, Afri, que ese ha cumplido con su cometido – tal como termina de decir esto, las chicas llegan al principio de la cola, justo enfrente del portero – dejadme a mí.

- No tenéis 18 ni de coña, fuera de aquí – dice él en cuando las ve.

Natalia casi le saca una cabeza al chico, que la mira confuso, ya que ninguna de las tres parece moverse del sitio. La navarra le pasa despacio el brazo por encima de los hombros, dejándole pegado a ella.

- ¡Ey, amigo! – dice la morena mostrándole la mejor de sus sonrisas - ¿en serio te parece que no tengo 18?

De nuevo, el chaval repasa su cuerpo, es extraordinariamente alta, lleva unas enormes botas militares, unos vaqueros ajustados y una camiseta con tanto escote que casi le puede ver el ombligo. El maquillaje, que le da un toque felino y la seguridad que muestra la chica hacen que dude de si le dice la verdad o no.

- Vamos, por favor – le susurra en la oreja mientras hace un puchero – sólo vamos a estar hoy en Valencia, y nos han dicho que este sitio es el mejor.

- Tú puedes entrar, tus amigas no – intenta negociar él, cada vez más nervioso por la cercanía de la chica.

- ¿Cómo te llamas? – pregunta ella, confundiéndole aún más, mientras desliza una de sus piernas entre las de él.

- Ehm... Héctor – contesta mirando hacia abajo, intentando entender lo que pasa.

- Héctor, ¿me invitas a una copa?, me muero de sed – Natalia desplaza su mano para acariciar la nuca del chico mientras se humedece los labios con la lengua.

Intentando mantener la compostura todo lo que le permite el ardor que empieza a sentir en su entrepierna, el muchacho se aparta y la mira a los ojos.

- Sólo una copa y os vais, no hagáis que me arrepienta de esto – le dice.

- ¡Genial!, ¡eres el mejor! – Natalia deja un beso en la mejilla del chico, muy cerca de sus labios, mientras que hace señas a sus amigas para que entren rápidamente en el local.

Dos horas después no queda ni una sola botella de alcohol que las chicas no hayan probado, las tres están disfrutando de aquella calurosa noche de verano, sin pensar mucho en cómo van a regresar a casa.

- Tía, Nat, se va a liar mañana por la mañana – dice África a la que apenas se le entiende ya al hablar.

- ¿Por qué?, ¿qué pasa? – pregunta la otra, apoyada en la barra a su lado mientras escanea el local, que ya está lleno a rebosar.

- ¿Cómo vamos a llegar a Madrid antes de que las monjas se den cuenta de que no has dormido allí esta noche? – contesta preocupada la bajita.

- Pillamos el autobús de las seis de la mañana, dormimos la mona allí y cuando llegue, les cuento que perdimos el último cercanías y me he quedado en tu casa – explica la morena con una sonrisa satisfecha mientras guiña un ojo a un chico que no para de mirarla.

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now