Capítulo 22. Por mí como si te mueres ahí, imbécil

11.3K 654 179
                                    

Julio 2019, Madrid

Al día siguiente

Justo como le había prometido a la rubia, daban las tres y media cuando Natalia llegaba a la puerta del colegio de la niña. La noche anterior, se imaginaba que después de un intenso debate interno, Alba se había decidido a enviarle la dirección del centro en el que estudiaba la pequeña y para sorpresa de la navarra no se trataba de un colegio privado lleno de Mercedes con chofer esperando en la puerta sino de un colegio público en un barrio de gente trabajadora.

Junto con la dirección del sitio, la rubia se había limitado a escribir "gracias", que no era mucho, pero era suficiente, porque aunque pareciese insignificante, el hecho de que le permitiese tener contacto con la pequeña, ya era un gran paso. Durante la media hora de espera, la navarra se dedicó a leer, ya que uno de los objetos imprescindibles siempre que salía de casa era algún libro de bolsillo que acostumbraba a echar en la mochila.

- ¡Nat!, ¡Nat! - escuchó la voz de la pequeña, que llegaba corriendo de la mano de una profesora - seño, esta es Nat.

- ¿Natalia Lacunza? - pregunta la señora al ver que la morena tarda en reaccionar, distraída por la niña, que le ofrece los brazos para que la aúpe.

- Sí, hola, perdona - contesta mientras coge a la pequeña, que no tarda en esconderse en su cuello, al igual que hacía con su madre - ¿tengo que enseñarle el DNI o alguna identificación...?

- No, no te preocupes - responde con una sonrisa amable - Alba ya nos dijo cómo eras.

- Genial, pues... ¿tengo que firmar o...? - vuelve a preguntar, ya que en su cabeza empiezan a brotar dudas en las que no había pensado justo hasta ese momento.

- No soy un paquete, Nat - protesta la niña, que sale de su escondite para reírse de ella, provocando que las dos adultas sonrían también.

- Está bien así - responde la profesora, que se retira divertida, haciendo un gesto con la mano.

- Con que no eres un paquete, ¿no? - dice la morena mientras se dirige hacia la parada de metro - Ya veremos si eres un paquete o no.

Echándose a la niña al hombro, como si fuese un saco, Natalia le hace cosquillas, provocando que la pequeña estalle en carcajadas. Veinte minutos más tarde, llegaban a casa de Alba, en la que la morena se sentía bastante incómoda... como si aquello fuese una especie de invasión de su intimidad.

- Ey, pelusa, ¿te apetece cambiarte de ropa por algo más cómodo y que nos vayamos a ver a la Lola? - pregunta agachándose a su lado.

- Vale, pero mamá me deja elegir la ropa a mí - contesta la niña.

- Claro, lo que quieras - responde la mayor sin saber lo que vendría después.

Después de quince minutos en los que le prohibió terminantemente la entrada a su habitación, la pequeña abría la puerta para aparecer vestida con unos pantalones de chándal y una enorme camiseta de tirantes que, por el tamaño, debería ser de Alba.

- Vaya, parece que vamos a jugar al baloncesto - bromea la morena al verla.

- ¿Al baloncesto?, ¿por qué? - pregunta la niña mirándose, hasta que se da cuenta de cómo se ha atado las zapatillas - No... no puedo atarlas bien.

La niña, levanta la mirada algo decepcionada por no haber conseguido recoger todo el cordón, que aún arrastra por el suelo, en el lazo.

- ¿Cómo que no? - contesta la mayor, agachándose a su lado - ah... ya veo... alguien te ha enseñado a atarte los cordones pero no te ha enseñado el truco...

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now