Capítulo 17. Lo nuestro no acabó

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Madrid, 2019

Una semana después de la visita a la hermana Dolores.

Si Natalia hubiese podido borrar un mes entero de su vida, probablemente hubiese sido aquel último mes. Las jornadas maratonianas en el trabajo, las horas en casa viendo como aquella mujer a la que consideraba su madre se deterioraba lentamente, la ausencia de cierta rubia...

Debido a todo el ajetreo y a la falta de colaboración de Julia, la morena no había podido escaparse ni un solo día a ver a Alba. Bueno, había conseguido llegar uno sólo, pero la pequeña ya debía haberse ido porque no encontró su coche por ningún sitio, ni la vio salir. Sabía que había vuelto a ir a ver a la hermana Dolores, al menos en dos ocasiones más y que había llevado con ella a la niña, aunque de eso se había enterado por boca de la propia monja, al llegar a casa del trabajo.

Aquella tarde, una de las encargadas de hacer los turnos en la pizzería se había confundido con los horarios y había convocado a más repartidores de los necesarios, por lo que, a pesar de necesitar el dinero, Natalia se había ofrecido a marcharse a casa para intentar descansar un poco. Aunque su plan estrella consistía en tirarse a ver la tele con una cerveza en la mano, en el último momento había decidido ir a hacer la compra, para ahorrarle a Julia el viaje aquella semana, ya que la gaditana era la que se encargaba normalmente de mantenerlas abastecidas de víveres.

- ¡Ey!, ¿dónde estás, Loli? - grita al entrar a la casa, cargada de bolsas - He traído cosas para hacerte una cena que vas a ver a Dios de verdad.

Aunque la monja no se levantaba de la cama si no era con ayuda, solía contestarle algo al entrar, sobre todo le regañaba por llamarla "Loli", "Lola", "Lolilla", "chocolatito" o cualquier otro diminutivo cariñoso que se le fuese ocurriendo. Al no recibir respuesta, Natalia se asusta y, dejando rápidamente las bolsas en la cocina, sale corriendo hacia el cuarto.

- ¿Mamá?... ¡mamá! - los nervios por lo que pudiera haberle pasado a la mujer la hacen no escuchar el murmullo que viene del dormitorio, por lo que encuentra al llegar la pilla por sorpresa.

El ruido que ha hecho al abrir la puerta de golpe hace que todo el mundo se gire a mirarla, y pasan unos segundos hasta que no consigue reponerse. Julia está apoyada en la cómoda, Alba sentada en una silla junto a la cama mientras masajea una de las manos de la hermana Dolores y al otro lado, en la enorme cama de matrimonio, está su hija, que parecía estar contando algo que tiene hipnotizada a las tres mujeres.

- Eh... perdón - la morena empieza a retroceder de espaldas, intentando abandonar aquella habitación cuanto antes.

- ¡Mamá!, ¡es ella! - la niña se pone de pie en la cama, señalando a Natalia, que ahora parece incluso más asustada.

Alba, que parece haber visto a un fantasma, la mira, incapaz de decir nada, y, la morena, huyendo de sus ojos como si abrasasen, sale por la puerta y se aleja por el pasillo. Julia, que ha contemplado toda la escena desde fuera, y ve temblar las manos de la rubia, se dirige a la niña.

- Mi amor, parece que se ha asustado, ¿quieres ir a ver a tu amiga y decirle que no pasa nada? - acaricia la cara de la pequeña, y le muestra una sonrisa.

- ¡Vale! - dejando a su madre con la boca abierta, la niña sale corriendo de la habitación.

- ¿Qué... qué ha pasado?, ¿no trabajaba esta tarde? - pregunta molesta.

- Pues trabajaba, se ve que le han cambiado el turno o algo - explica la gaditana intentando mantener la calma - te prometo que yo no sabía nada.

- Hija - la monja, que había permanecido en silencio, le habla a Alba mientras la coge de la mano - Créeme si te digo que lo está pasando ella peor que tú.

To And Fro | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora