Capítulo 28. Todavía no ha perdido la partida

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Agosto 2019, Madrid

Tres días desde el encuentro en la cocina.

- ¡Nat!, ¡estoy aquí! – gritaba la pequeña Natalia, que salía corriendo de entre un montón de niños que le sacaban una cabeza de altura - ¡estoy aquí!

Al llegar donde está la adulta, que la espera agachada, la niña se lanza a sus brazos y se enrosca en su cuello.

- Hola, pequeña, ¿cómo ha ido el día? – pregunta la navarra, masajeándole la espalda.

- Muy bien – responde separándose para mostrarle una sonrisa - ¿podemos ir a jugar al parque de bolas con Ana?

- ¿Con quién? – pregunta algo confusa la mayor.

- ¡Natalia! – la navarra reconoce una voz a su espalda y, de pronto, todo le encaja.

- Noelia... ¿qué tal?, ¿cómo estás? – pregunta a la chica, mostrándole una sonrisa.

Noelia era la madre de una de las niñas de la clase de la pequeña Natalia, tenía la edad de Alba y, por esa misma razón, no se llevaba especialmente bien con el resto de las madres de la clase, que las consideraban unas crías irresponsables. A diferencia de Alba, Noelia sí había tenido a su lado al padre de la criatura, al menos hasta el año pasado, momento en el que habían decidido divorciarse por "diferencias irreconciliables". La relación con el padre de la niña parecía ser bastante buena, ya que Natalia los había visto ir a recoger a la niña del colegio juntos en alguna ocasión.

- Genial, cariño, ¿cómo estás tú? – pregunta poniéndose de puntillas y tirando de la nuca de la morena para dejarle un beso en la mejilla – Os venís un rato al parque de bolas, ¿entonces?

- Pues... - la navarra baja la vista hasta encontrarse con los ojos de la pequeña, que le está haciendo un puchero - ¡Eh!, a mí chantajes no, bicho.

El comentario provoca la risa de la niña, que se abraza a su pierna, para hacerle la pelota. Mientras tanto, la morena saca el móvil del bolsillo para avisar a la madre de que no estarían en casa cuando ella llegase.

Habían pasado tres días desde aquel encuentro en la cocina y, aun así, Natalia todavía podía sentir los labios de la rubia quemando sobre los suyos, el tacto de sus dedos en su cuello, su olor incrustado en lo más profundo de su ser... y aquello la ponía nerviosa, muy nerviosa, no tanto por el beso, que había sentido como lo más natural que había hecho en años, como por el posterior enfado de la valenciana.

- Fue por mi culpa, ¿verdad?

La pregunta de Alba había ido directa al tema en el que Natalia no quería entrar, sabía que no había forma de salir de aquello sin hacerle daño y aunque era consciente de que, si todo iba bien, aquella conversación tendría lugar, no se esperaba que fuese en aquel momento y de aquella manera.

Las manos de la rubia, aún enredadas en su cuello, aunque ya sin movimiento alguno, sus ojos asustados esperando que su respuesta la condenase o la liberase de aquella culpa con la que cargaba... todos los pequeños detalles oprimen el pecho de la navarra, que no consigue gestionar toda aquella intensidad y necesita cerrar los ojos y agachar la cabeza para evitar que Alba pueda leerla, aprovechándose de su debilidad en ese momento.

- Nat... - una de las manos de la pequeña abandona su cuello y tira de su barbilla hacia arriba – puedes... puedes contármelo... no pasa nada.

Miente. El temblor en la voz la delata y la inestabilidad del agarre de la rubia en su cuello no hace más que confirmarlo.

- No, no fue tu culpa – contesta en un susurro, evitando sus ojos.

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now