Capítulo 8. Another!

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Abril 2019, Madrid

Un día después de la pelea con Sabela

Alba no había pegado ojo en toda la noche, y no sólo eso, sino que apenas tenía recuerdos de haber hecho algo útil el día anterior. Desde que Sabela y ella habían dejado a Natalia en la puerta de su casa tras la peles, la rubia había sido incapaz de pensar en nada que no fuese aquellos ojos tristes y confusos.

Recuerda la charla de la gallega en el coche en la que seguía blasfemando contra la morena, en la que había amenazado con llamar a la policía si volvía a verla cerca de ella o de su "sobrina". Alba no había conseguido contestar... ¿cómo se contestaba a aquello?, Sabela tenía razón en cada una de sus palabras, de hecho, si hubiera sido su amiga la que hubiese sufrido como ella lo hizo hace unos años, ella misma habría sido quien cogiese a aquella mujer de los pelos.

Pero, por más que lo intentase, Alba era incapaz de odiarla del todo, no le era posible desterrar completamente aquel sentimiento extraño que la unía a la morena. Aquella especie de lazo intangible que las volvía a colocar juntas una y otra vez. ¿Acaso alguien podría negar que el destino tenía un sentido del humor macabro en lo que se refería a ella?, ¿por qué le devolvía de nuevo a aquella mujer justo cuando ya estaba a punto de rendirse y resignarse a vivir una vida como el resto de la gente que la rodeaba?

Sabela había conocido a Chus en la facultad y tras mucho insistir, el chico había conseguido que la gallega accediese a tomar un café con él. Al terminar la carrera, ella "sólo" le había hecho esperar dos años más para irse a vivir juntos:

- Yo trabajo lento pero seguro – solía bromear él – Nunca dije que fuera el más rápido de la clase.

Por otra parte, la mayoría de los amigos de Alba solían tener parejas estables, por eso, cuando la rubia había empezado a salir con Carlos, todos habían empezado a tratarles de una forma... diferente, integrándoles más en todas las quedadas.

Su familia había aceptado su relación con el catalán de buena gana, no sólo por el hecho de que Alba no estuviese sola, sino porque, según sus padres, era mejor que una niña tuviese una figura paterna. Aunque sólo habían sido conscientes de una mínima parte del destrozo que había causado en su hija, el trágico final de su anterior relación, todos se habían alegrado mucho cuando, tras cuatro años, la rubia había llevado a casa a aquel muchacho tan agradable.

Aquella ruptura había supuesto un gran varapalo para Alba, pero también para su hermana pequeña, que era prácticamente una hija adoptiva para la pareja. De hecho, había sido Marina, quien había buscado sin parar respuestas a aquel abandono, respuestas que había desistido de encontrar tras varios años del silencio más absoluto.

De vuelta a aquella lluviosa mañana de abril en Madrid, Alba terminaba de recoger todas sus cosas para salir camino del trabajo. Para un segundo para coger algo de aire y comprueba la hora en su reloj:

"Ya debería estar fuera...", piensa mientras intenta calmarse.

La idea de que Natalia no volviese a aparecer por su casa le rondaba la cabeza desde la mañana anterior, al fin y al cabo, una cosa era ir a ver a alguien que no hablaba contigo y otra muy distinta, que te cruzasen la cara por estar allí.

Había intentado localizarla durante todo el día, asegurarse de que estaba bien. Alba incluso había pedido una pizza, con la esperanza de que fuese ella quien hiciera el reparto pero, para desilusión suya y de la pequeña Natalia, la cena había aparecido custodiada por un adolescente con acné.

- Mamá, ¿la próxima vez puedes pedir que venga a traer la pizza mi amiga de los dibus? – había preguntado la pequeña – tengo cosas que hablar con ella.

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now