Capítulo 33. I have this weak feeling in my knees

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Octubre 2019, Madrid.

Cuatro días después del corte de pelo.

Se ha saltado un par de semáforos en un dudoso color ámbar, pero Alba consigue llegar a las dos y cinco a la puerta del colegio de la pequeña Natalia. Aunque la niña llevaba una semana yendo a clases, ese era el primer día que asistían a la jornada escolar completa, ya que hasta entonces habían estado haciendo un plan de adaptación para aclimatar a los más pequeños. Puede que no fuese nada importante ni reseñable, pero la valenciana se había despertado con el firme propósito de recoger aquel día a su pequeña.

Justo al enfilar la puerta del colegio y adentrarse en el patio, en el que ya esperaban la mayoría de las madres, Alba no puede evitar que sus ojos recaigan en cierta morena sensiblemente más alta que el resto. ¿Por qué habría ido Natalia al colegio si le había mandado un mensaje avisándola de que ella misma iría a por la cría?, ¿qué es lo que hacía por allí?

No tiene que esperar mucho tiempo para entender el motivo: aquella madre diminuta con la que ya la ha había visto tontear en alguna ocasión. ¿Era posible que la navarra tuviese algo con aquella mujer?, desde luego no sería por falta de ganas de aquel retaco histriónico. La morena está apoyada en la pared de uno de los edificios, a la sombra, mientras que aquella señora la mira excesivamente cerca y se ríe a carcajadas de algo que seguramente no tenía tanta gracia. Aprovecha cualquier ocasión para rozar o acariciar los brazos que la morena tiene cruzados sobre el pecho.... ¡qué irritante!... Está claro que no le importa con quien tontee o no Natalia, pero hacer aquello en el colegio de su hija, sabiendo que tanto ella como la niña podrían verla... aquello era un golpe bajo.

Tan inmersa está en su espiral de odio hacia aquel elfo hortera que no escucha a su hija salir del edificio. Quien sí lo hace es Natalia, que tras oír como la pequeña la llama entre risas, se adelanta un par de pasos para agacharse a recogerla del suelo.

- ¡Hola, Nat! - grita la niña tan alto que Alba puede escucharla a varios metros de distancia.

Aquella interacción no pasa desapercibida para la rubia que se detiene en seco al ver a su hija esconderse en aquel cuello en el que ella había pasado tantas horas, también oculta. La morena acaricia despacio la espalda de la niña mientras le susurra algo al oído que hace que la pequeña se ría a carcajadas. ¿Desde cuándo Natalia era "Natalia, la divertida"?

Tras despedirse con un escueto saludo de la madre enana que ya tenía a su pequeña en brazos también, la navarra se dirige hacia la puerta, para encontrarse de frente con Alba allí parada. La sorpresa en la cara de la morena hace pensar a la valenciana que ni siquiera se la esperaba allí y eso la confunde. Cuando ya está dispuesta a regañar a la otra por haberse saltado sus indicaciones de no ir a recoger a la pequeña, una amplia sonrisa en la cara de la navarra la descoloca aún más.

- Hola - dice Natalia al llegar junto a ella.

- ¡Mamá! - la niña se lanza a los brazos de la rubia y se enrosca a su cintura.

- Qué... ¿qué haces tú aquí? - pregunta a la morena confundida, tras dejar varios besos en la cara de la pequeña.

- Pues... recoger a la enana, ¿no? - responde, algo perdida.

- Pero te he avisado de que me escapaba y venía yo - contesta aún algo enfadada, sin tener muy claro por qué.

- ¿A mí?, no, a mí no ha sido, habrás avisado a otra - dice, con una sonrisa.

Aunque normalmente aquel comentario no habría ido más allá, justo en ese momento, tras ver la interacción de Natalia con otra mujer, aquello le sienta fatal.

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now