Capítulo 40. I want my best friend back

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Noviembre 2019, Madrid

Dos semanas después de la primera cita

Esperando a que un joven camarero, con pinta de no llegar ni a los veinte años, les sirviese lo que habían pedido, Alba, Sabela y Julia disfrutan de una copa de vino mientras charlan de los últimos acontecimientos.

- ¿A que no sabéis con quién me encontré el otro día en el supermercado? – pregunta la gallega mirando a la rubia.

- Pues me estás mirando sólo a mí así que me imagino que es a alguien a quien yo conozco – contesta ésta bromeando.

- A Carlos – responde sin esperar mucho más.

- Y, por curiosidad, ¿qué llevaba en el carro?, ¿pizzas congeladas, vino del caro y un montón de pañuelos? – interrumpe la gaditana.

- No tiene gracia, Julia, está bastante mal – reprocha Sabela a su amiga.

- Pues que hubiese hecho lo que tenía que hacer, que tenía una novia, no un trofeo – contesta la otra algo más enfadada.

- Bueno, ya está bien – intercede la valenciana que había permanecido en silencio mirando su tenedor todo ese rato – si vais a pasaros la comida discutiendo me pido algo para llevar y me vuelvo a la oficina.

Las otras dos se callan y miran a su amiga que parece preocupada. Tras unos segundos en los que la rubia sopesa cuál será su siguiente comentario, coge la servilleta para desdoblarla y doblarla de nuevo, en un gesto nervioso.

- Le he llamado un par de veces estos días para ver cómo estaba, pero me suele contestar con monosílabos y se nota incluso por teléfono que no quiere hablar conmigo – explica tranquila.

- Vaya... - responde la gaditana que empieza a arrepentirse de haber hecho aquellos últimos comentarios.

- Alba, y ¿tú estás segura de...? – empieza a preguntar Sabela.

- Estoy muy segura, Sab – la interrumpe la pequeña.

Aquello provoca un leve gesto de desaprobación en la gallega que, en parte, se culpa de no haber actuado a tiempo, cuando había empezado a ver aquella relación disolverse. Llevaba tantos años al lado de Alba que había sido capaz de notar el enfriamiento progresivo de su amiga con aquel chico, pero, intentando no repetir lo que hacía años le había provocado el mayor dolor de su vida, se había mantenido al margen.

Nunca lo había hablado con nadie, ni siquiera con Julia, que había sido su gran apoyo en aquella lucha para que la valenciana recuperase las ganas de vivir, pero Sabela no pasaba muchos días sin que el recuerdo de aquella mañana, de aquella charla con Natalia, volviese a darse un paseo por sus pensamientos. Había tenido periodos en los que se había sentido profundamente culpable de aquel abandono, otros en los que se había convencido de que, a la larga, aquello había sido positivo para la rubia y algunos, sobre todo desde que Carlos había aparecido en la vida de su amiga, en los que había sentido una pequeña liberación de aquella angustia que, tan a menudo, oprimía su pecho.

Carlos era un buen tío, se preocupaba por Alba y, a su forma, también por la niña. Puede que estuviese un poco encerrado en aquellas ideas tan clásicas y aburridas, aquellas en las que la mayor aspiración de una persona debía ser casarse y tener hijos, justo las únicas que la rubia no compartía con él. Al principio de aquella relación, Sabela había visto una especie de energía entre ambos, algo parecido a un entendimiento, tenían muchos intereses en común y, la visión empresarial que el catalán ofrecía a la pequeña, nueva en aquellas lides, les daba para horas y horas de conversación.

Tampoco se podía negar que, físicamente, el chaval llamaba bastante la atención y eso, unido a que había sido de los pocos en no salir corriendo al conocer la existencia de la hija de Alba, le habían convertido en el aspirante favorito de la gallega para sanar el maltrecho corazón de su amiga.

To And Fro | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora