To And Fro | Albalia

Capítulo 14. My heart's beating so fast

Junio 2019, Madrid

- ¿Julia?...

Si Alba hubiese hecho una lista de las personas que jamás jamás jamás bajo ningún concepto, pensaría encontrar en casa de Natalia, esa era Julia. Tras la marcha de la navarra, la gaditana fue la que más se esforzó por eliminar todo rastro de la morena de sus vidas y ahora... ahora estaba allí, llegaba cargada de bolsas de la compra como quien llega a su casa.

Como si para ella fuese lo más normal del mundo, saca unas llaves y entra en la pequeña casita adosada que parecer ser el domicilio de Natalia, sin cerrar la puerta a su paso.

"Esto es increíble... a mí por poco me cuelga de un pino por resistirme a olvidarme de ella y ahora... está aquí jugando a las casitas como si nada hubiese pasado", piensa Alba que no puede apartar la vista de aquella puerta, "bueno, ya es suficiente, tengo mil cosas mejor que hacer que estar aquí mirando"

Pero justo en el momento en el que la rubia se dispone a arrancar de nuevo el coche, decidida a volver a su vida, Natalia aparece por la puerta de la casa, lleva unos enormes pantalones vaqueros desgastados y una sudadera negra con capucha, tres tallas por encima de la suya. Ni siquiera con aquel conjunto desproporcionado es capaz de camuflar su nueva pérdida de peso, si es que estar aún más delgada era posible.

La navarra se dirige con algo de prisa hacia un coche, que Alba reconoce como el de Julia, y saca del maletero unas cuantas bolsas más. Vuelve a la casa aligerando el paso y encogida por el frío y la humedad que hacía en Madrid esos días, al entrar, tampoco cierra la puerta. La rubia se queda allí esperando, por si aquella sombra de lo que fue la mujer que dormía a su lado, volviese a aparecer... y aparece, pero acompañada de Julia, con la que se funde en un sentido abrazo. La gaditana parece susurrarle algo al oído mientras le acaricia la espalda intentando reconfortarla, Natalia se separa un poco de ella y asiente con una sonrisa agradecida, aunque agotada.

Tras un breve intercambio de palabras, Julia se monta en el coche y se marcha, dejando a una Natalia algo inquieta en la puerta de la casa. Cuando parece que va a volver a meterse dentro, la navarra saca un paquete de tabaco de uno de los bolsillos de la sudadera y se enciende un cigarro. Se lo fuma despacio, en silencio, con los ojos cerrados... hay algo casi poético en la forma en la que levanta el cuello para dejar salir el humo hacia arriba... apoyada en aquella pared, Natalia parecía más un instrumento de tortura para el alma de Alba que una persona real.

Un movimiento de la morena mirando hacia el interior de la vivienda devuelve a la valenciana a la realidad, que ve como aquella mujer contesta a alguien que parece llamarla desde dentro y, tras apagar el cigarro en el suelo, entra rápidamente, cerrando la puerta tras ella.

Tras unos minutos intentando organizar todas las ideas que ahora dan vueltas en su cabeza, Alba arranca el coche y, sin ni siquiera parar de nuevo en el centro comercial, vuelve a la oficina donde se entierra entre varias pantallas hasta la hora de salir.

Valencia, 2010

Habían pasado dos semanas desde aquel malentendido con aquella chica, dos semanas desde el enorme ataque de celos de Alba y dos semanas desde que Natalia le había confesado que no quería que se acostase con nadie que no fuese ella. Desde entonces, la rubia vivía en una falsa calma que la mantenía centrada y feliz, con la salvedad de que su relación con Rubén se había visto ligeramente afectada tras la huida de la chica la noche que habían decidido salir a "dar un paseo".

El chico parecía cargar sobre sus hombros con todo el peso que había soltado la rubia, luchaba por entender su comportamiento, por saber por qué, a pesar de llevar ya un tiempo juntos y compenetrarse a las mil maravillas, Alba seguía rechazando de aquella forma el contacto físico. Era el único de todos los chicos del grupo que, habiendo cumplido los diecisiete años, aún seguía siendo virgen.