Capítulo 11. Leave it on the doorstep and get the hell out of here

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Junio 2019, Madrid

Tres semanas después de empezar con el juego de los cafés

- Vamos, bichejo, ¿has cogido todo lo que necesitas hoy para la excursión? – pregunta Alba, que ya espera a la pequeña en la puerta de la casa, con su cartera y las llaves del coche en la mano.

- ¡Sí, mamá! – responde la niña que aparece corriendo por el pasillo.

- ¿Llevas chucherías para compartir con los otros niños? – dice repasando con ella sus cosas.

- Sí, mamá – la niña no puede contener una enorme sonrisa nerviosa que lleva en la cara casi desde que se ha levantado - ¿podemos irnos ya? No quiero ser la última en subir al autobús.

- Claro que sí, vamos a echar una carrera, ¿vale?, vamos fatal de tiempo – propone la adulta mirando su reloj.

- ¡Vale! – contesta su hija.

Una vez que han cogido todo lo necesario ambas, salen por la puerta de la casa, camino de la cancela del recinto.

- ¡Vamos, mamá! – grita la niña emocionada mientras corre alrededor de su madre, a la que empieza a sonarle el teléfono - ¡Vamos!

Alba, que hace malabares para sacar el teléfono de la cartera mientras intenta no derramar el café y mantener a la niña cerca, abre la puerta exterior por la que la niña sale corriendo entre risas.

- ¿Sí?... Sab, voy de camino, llego en veinte minutos... - contesta, cerrando la puerta tras de sí.

- ¡Mamá!, ¡es mi amiga de los dibujos! – le dice la niña emocionada justo antes de lanzarse a cruzar la calle.

- ¡NO! – es lo único que consigue salir de le boca de la rubia al ver que un coche se acerca corriendo por la carretera.

Natalia había llegado esa mañana especialmente temprano a su encuentro con Alba, aquella noche había trabajado en la pizzería hasta las dos, ya que había conseguido que, tras todos los repartos, una compañera que bebía los vientos por ella, la enseñase a preparar las pizzas. Llevaba varios días practicando y ya era bastante rápida estirando la masa y colocándola en los soportes de los que luego las iban cogiendo sus compañeros, así que pronto solicitaría un cambio de puesto.

Tras su turno en la pizzería, Natalia se había reunido con su amigo Dave en uno de los locales de moda de Madrid, en el que se había sacado un dinero "extra" repartiendo otro tipo de cosas.

- ¿No decías que ibas a dejar esto, Eilan? – preguntaba el chico.

- Serán sólo un par de días, quiero pillar algo de pasta para la fianza de un piso.

- Vaya... por fin te has decidido a abandonar la casa de la Mari... - sonríe él.

- Me tienen hasta el coño follando todo el día, la verdad, no hay quien duerma – protesta ella, que decide poner aquello como excusa, aunque no le molestase.

Nunca había sabido por qué, pero tener cerca a Alba siempre la había hecho intentar mejorar las cosas: mejor comportamiento, mejores notas, mejor trabajo, mejor vivienda... En aquella ocasión sabía que la rubia no la vería, que no sería consciente de que estaba intentando hacer las cosas bien, pero aquello ya era una especie de acción-reacción inevitable para Natalia. Tampoco le haría daño salir de aquel cuchitril que compartía con su mejor amiga, la adoraba, sí, pero ahora necesitaba algo de paz.

Desde que había vuelto a ver a Alba, algo había cambiado dentro de ella. Se había preguntado mil veces cómo estaría, dónde viviría, quién dormiría a su lado o si era feliz, pero nunca había sido lo suficientemente valiente como para buscarla o preguntar a la única amiga que aún tenían en común, Julia.

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now