Capítulo 32. Ma questo non lo dico mai a nessuno, soprattutto a lei

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Madrid, 2016.

- ¿Sí? - una voz dormida contesta al teléfono a casi las cuatro de la mañana.

- Sab, no consigo bajarle la fiebre, me la llevo a Urgencias - la voz de Alba, entre nerviosa y asustada hace que la gallega se levante de la cama de un salto.

- Vale, no te preocupes, en 10 minutos estoy allí, ¿vale? - contesta la otra, a quien todo el sueño se le había pasado de repente - ponle un trapo mojado en la frente, para que esté fresquita.

- Voy... date prisa, te esperamos aquí.

Algo más de media hora más tarde, Alba entra por la puerta de Urgencias del hospital más cercano con la niña en brazos, acompañada por Sabela, y tras unos minutos en los que rellenan un par de formularios, una pareja de médicos se presenta a reconocer a la niña.

- ¿Puede pasar la madre? - pregunta uno de ellos mientras mira a las chicas.

- Sí... - contesta Alba nerviosa, justo antes de girarse hacia la gallega - ¿me esperas aquí?

- Claro, no te preocupes.

A pesar de la serenidad con la que ha contestado y la firmeza en el apretón que había dado a la rubia en el hombro antes de que desapareciese por la puerta de una de las consultas, los nervios de la gallega estaban a flor de piel. La pequeña Natalia, que había cumplido hacía unos días los dos años, llevaba arrastrando un resfriado desde hacía unas semanas. Todos sus compañeros de la guardería habían pasado por la enfermedad y, al final, ésta había acabado alcanzándola, por lo que Alba no le había dado más importancia que al resto.

Aunque parecía haberse recuperado bien, casi de un día para otro, la niña había empezado a quedarse sin fuerzas, apenas le apetecía jugar y casi se negaba a comer. Alba había notado que dormía más de la cuenta y las alarmas habían terminado de saltar cuando esa tarde, le había subido la fiebre de repente.

Todo aquello preocupaba muchísimo a Sabela, que no solo estaba asustada por la que consideraba su sobrina, sino que veía a su mejor amiga a punto de la crisis de ansiedad. A pesar de que, durante los meses posteriores al nacimiento de la niña, los nervios de la rubia le habían jugado varias malas pasadas, lo cierto era que, en el último año, las cosas habían mejorado sensiblemente para ella. Tras centrarse durante meses en un proyecto sobre una aplicación para personas con discapacidad sensorial, había conseguido venderlo a una empresa nacional que se había comprometido a mejorarlo y distribuirlo. Aquellos ingresos, junto con los que provenían de otras pequeñas cuentas menos importantes, le habían permitido ahorrar algo de dinero y dar la entrada para un pequeño pisito cercano al de Sabela.

La gallega se había convertido en su principal apoyo, y junto con Julia y Marina, que se había trasladado a Madrid, se organizaban bastante bien para que la pequeña Natalia no estuviese sola en ningún momento. A pesar de las dudas iniciales de todas, incluida su propia madre, sobre la capacidad de Alba para superar su estado anímico y hacerse cargo de la niña, la rubia no había fallado ni una sola vez al respecto.

En ocasiones, Julia la había visto pasear a la pequeña de madrugada, prácticamente desconectada del mundo, sólo porque la niña tenía problemas para conciliar el sueño. La rubia, de forma involuntaria había diseñado un meticuloso plan de comidas para su hija, que no se saltaba ni una sola toma, a pesar de que la propia Alba apenas probase bocado.

Pero poco a poco y con la ayuda de la pequeña, que siempre tenía una carantoña preparada para la valenciana, ésta había recuperado las ganas de salir y de hacer planes. A veces parecían entenderse sólo con mirarse, la pequeña Natalia era capaz de averiguar si su madre había pasado un mal día en la oficina sin que ésta dijese nada y, de forma automática, redoblaba sus esfuerzos por hacerla sonreír, y Alba, dejaba que la pequeña tomase sus propias decisiones, confiando siempre en el buen criterio de su hija. Esto último le había causado un par de problemas en la asociación de padres ya que la niña, en ocasiones, había ido al colegio disfrazada, sin ser carnaval, o les había explicado a sus compañeros que los padres no son necesarios en una familia, ya que ella sólo tenía una mamá.

To And Fro | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora