Capítulo 26. I can't handle it

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Agosto 2019, Madrid

Una semana después de la charla con Sabela

Normalmente, los viernes Alba se tomaba la tarde libre para estar con la niña, se dedicaban a ir a pasear o al cine, perder el tiempo con algún juego de mesa o simplemente ver una peli, tiradas en el sofá. Pero aquel viernes estaba siendo diferente, los abogados de unos de sus clientes más importantes se habían presentado en la oficina sin haber pedido cita, para revisar uno de los contratos tipo que solían firmar por cada aplicación que desarrollaban para ellos.

- Bueno, entonces entiendo que no hay ningún tipo de problema con ninguno de los puntos, ¿no? – pregunta Sabela a uno de aquellos tipos, intentando disimular su mal humor.

- No, está todo correcto, pero ya sabéis chicas, que es bueno echarle un ojo de vez en cuando a estas cosas que hacemos por rutina – contesta uno de ellos con un tono excesivamente condescendiente.

- Por supuesto, para eso estamos – contesta de nuevo la gallega, que ha visto hincharse peligrosamente la vena del cuello de su socia.

- Perfecto, pues si no hay nada más que tratar, caballeros... - Alba mira el reloj de su muñeca, las diez de la noche – Podemos dar la jornada por concluida.

- O... - continúa el segundo de los abogados, que también mira su reloj – viendo la hora que es, y que ya no nos da tiempo a coger ningún tren de vuelta a Barcelona, ¿podríamos invitaros a cenar?

Aquello era una maniobra clásica, citas los viernes por la tarde para hacer "comprobaciones" de cosas que llevaban inalterables desde hacía años y que funcionaban a la perfección, curiosamente a una hora que les era "imposible" volver a casa y que les "obligaba" a quedarse en la capital, lejos de sus mujeres y de sus hijos durante la mitad del fin de semana.

- Lo siento, chicos – contesta Alba rápidamente - pero tenemos a la canguro en casa todavía y nos va a arrancar los ojos conforme entremos por la puerta.

Sabela asiente mientras pasa un brazo por encima de los hombros de la rubia, que sonríe divertida. Ya se habían topado con varios clientes de aquel tipo que, tras intentar ningunearlas en las reuniones, terminaban las intervenciones con alguna invitación poco profesional. Tras años de investigación, se habían dado cuenta de que la mejor de las tácticas era la de fingir ser una pareja con hijos.

- Oh, bueno, sí, claro, es lo que tiene tener hijos - dice uno de ellos, algo contrariado.

- Ya veis, en fin, seguimos en contacto para lo que necesitéis - responde Alba con una sonrisa burlona - Vamos, churri.

Justo antes de salir de la habitación para recoger el abrigo y la cartera de su despacho, la valenciana deja una palmada en el culo de Sabela, que no pasa desapercibida para los dos hombres, quienes no pueden evitar una sonrisa cómplice, haciendo que la gallega se cubra la cara con la mano, para ocultar la vergüenza que la hace pasar su socia.

Quince minutos más tarde, la pareja se despide de Juan Antonio, el chico de seguridad y se encamina hacia los coches.

- Un día nos van a contestar alguna burrada y no vamos a saber qué hacer - se carcajea la gallega.

- Imposible, lo del lesbianismo puede que falle - explica la rubia mientras busca las llaves del coche en el bolso - pero lo de los niños... eso es como un repelente para los tíos.

Aunque lo dice con sorna, Sabela puede notar cierto hastío en el tono de su amiga.

- ¿Todo bien, pequeña?, ¿has vuelto a hablar con Carlos? - pregunta mirando a Alba, ahora más seria.

To And Fro | AlbaliaWhere stories live. Discover now