Capítulo 9 (mini)

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Lo he escrito sobre la marcha, así que hay cosillas que tendré que corregir. De todas formas, os dejo con el capítulo. 

Nos leemos pronto!!

😘😘😘😘

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No había puntada hecha al azar.

Ansel tenía que reconocer la astucia de su esposa en haberlo separado de Florence, al menos, en esa noche y en ese lugar rodeado de gente popular. No por gusto, sino porque viéndolo en sus ojos, no había actuado bien. Se había dejado llevar por el deseo de la venganza. Ahí estaba resultado. Su esposa lo había puesto en el centro de mira de todos los presentes. Claro está, él en parte tenía cierta responsabilidad, dándose cuenta de que su idea de asistir a la fiesta de los Yahe con su amante, había sido funesta. 

No creía que fuera por celos su arrebato. No, estaba seguro de ello. Había sido por vanidad herida, se dijo mientras echaba un vistazo disimulado a Sophie, que parecía encantadora y vivaz en su conversación que mantenía con su compañero que estaba a su lado. Este no se podía negar que participaba gustoso por su atención. 

¡¿Con qué despropósito ha tenido el presentarse aquí, nada menos que acompañado con esa mujer?!¿Cree que es la justa manera de vengarse?

¿Qué estaría tramando en esa cabeza? Su presencia no la había amargado en absoluto. Sino que se desenvolvía en su hábitat.

Afortunadamente la cena acabó, y con ello la tortura de ser testigo del despliegue de encantos de su mujer hacia el resto de invitados. Menos a él, por supuesto. La había ofendido deliberadamente. Aun así, seguía siendo hermosa en su altar de oro. Eso para él, sería no su penitencia, sino como su maldición andante por haberse fijado en ella y caer en su bello embrujo. 

Antes del baile, los hombres tomaron su oporto mientras que las mujeres conversaban en la sala contigua. Pudiera ser que ese momento para unos era una distracción, para otros, fue la oportunidad perfecta de observar a su contrincante.

Edward tuvo el gesto de acercarse a él.

- ¿No le importaría si intercambio alguna palabra?

- ¿Por qué no? Somos de la misma familia - Portier al no conocerlo tan bien, no captó la ironía en su voz -. ¿Te ha pedido tu prima para que hables conmigo?

Movió el líquido de la bebida.

- No; si lo supiera, me negaría el parentesco que nos une. Quería ofrecerle una disculpa en nombre de mi familia. Le ocasionamos un agravio a su persona. No pretendíamos ofenderle.

-  ¿Por qué no creía que fuera posible que abriera los ojos? ¿Tan imbécil creíste que sería? 

- Puede ser un malentendido - Ansel se rio, aunque fue una risa hueca -. Respecto a lo otro, no.

- Gracias por aclararlo, aunque llegas tarde para ello. 

- Insisto, mi prima puede apreciarlo. No piensa tanto en el otro caballero.

- ¿He de creerte? Lo siento, Edward, pero no me va tomar por tonto dos veces. 

Dio finalizada la conversación, no se bebió la copa y la dejó en la mesa. Se puso en pie. Había sido el colmo, ¿él tenía que ofrecer misericordia hacia la persona que lo había engañado vilmente?

 Edward observó la marcha del hombre, ladeó el rostro y una sonrisa empezó a dibujarse en sus labios. 

No había estado tan mal.

Imitó a su primo, pero tomó otro rumbo.

***

Lady Floyd prefirió estar en ese momento alejada de las mujeres. Las tres arpías no habían vuelto a acorrarlarla y meter sus narices. Fue un respiro, pero no lo suficiente. Mientras que Florence, hacía lo mismo que ella, observar. No se aventuró a dar el paso tras pensarlo concienzudamente. 

- Señora Savage - la aludida no demostró sorpresa. Le dedicó una mirada con cierto desdén. Claro, tenía en su palma de su mano a su marido -, quería decirle que no deseo más confrontación entre nosotras. Fue un error mío en ir a su casa y molestaros. No estoy casada con usted, sino con mi marido. Por lo tanto, tengo que rendirle cuentas a él, no a usted.

- ¿Qué pretende?

Sophie pestañeó, fingiendo confusión. 

- ¿Qué supone que pretendo, señora Savage? He perdido la batalla. Por más que soy su esposa, no soy idiota. Mi marido es un hombre, y como hombre, tiene deseos. Entiendo que haya ido a su lecho.

Florence asintió, lo que no esperó que fuera a escuchar.

- Pero tales deseos se esfuman como la belleza de una rosa con el transcurso del tiempo. Nada es eterno. 

- No volverá a su lado, lady Floyd - le replicó con una seguridad aplastante -. No la perdona por su ardid.

La mujer cabeceó y no estuvo dispuesta a que ella tuviera la última palabra.

- Eso significa y significará que estaré en sus pensamientos mientras yace con usted. Eso, señora Savage, no se lo desearía a mi peor enemiga.

Sin embargo, no se sintió victoriosa cuando su marido apareció en la sala, provocando el silencio entre las damas, incluyendo el suyo. No se dirigió hacia ella, a su esposa, sino a la otra, que no había apartado su mirada de ella.

- Le acompaño, señor Floyd.  El aire me está asfixiando.

Ni una palabra de despedida hacia ella. Aun así, aunque el cielo se derrumbara, ella no lo iba a hacer. Le dio la espalda antes de que tuvieran la intención de irse juntos y se alejó de ellos. Una retirada a tiempo era lo más conveniente. Todavía quedaban batallas por librar. En ninguna de ellas, daría un pie en falso. 


Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now