Capítulo 14

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Lo he escrito sobre la marcha. Así que si hay algún error me decís
👍😘😘😘
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La nueva mañana amaneció plomiza, no era muy diferente a los días anteriores.

Corrió las cortinas para echar un vistazo hacia las calles pocas transitadas. Era comprensible a esa hora de la mañana. Se podía ver cualquier caballero andando con su bastón reluciente, posiblemente de su vuelta de una noche desenfrenada; un carruaje recorriendo el suelo adoquinado, resonando los cascos de los caballos.

- ¿Señora, quiere desayunar aquí o prefiere bajar al comedor?

- ¿El señor se ha marchado? - dejó de observar el aburrido panorama y prestó atención a su doncella -. No me apetece encontrarme con él.

- No se ha marchado, señora.

No fue preparada para escuchar esa respuesta. Titubeó, pero luego tomó el control de sus emociones.

- No entiendo qué puede retenerle aquí si no está dicha meretriz - no se percató de que había hablado en voz alta que se escuchó a sí misma.

- Entonces, ¿quiere desayunar en su dormitorio?

- Sí, por favor.

La marcha de la joven, permitió que ella en soledad se llenara de preguntas, y para mayor desesperación, en ninguna de ellas, obtuvo una explicación que le hiciera entender el comportamiento extraño de su esposo. Se mordió la yema del dedo pensativa. No por menos, sentirse intranquila de que él estuviera en la casa. ¡Era diferente! Una podía meditar tranquila lejos de él, pero ahora sus pensamientos se deshacían como la mantequilla al sol.

- ¿Qué se traerá entre manos?

"Disfruta de la diversión mientras le dure".

Un estremecimiento la abordó cuando recordó sus palabras de anoche. No era de buen augurio que le deseara aquello. No era una buena intención; era a lo opuesto a lo que le había dicho. Parecía a una declaración velada. La interrupción de la sirvienta trayéndole el desayuno le interrumpió de sus meditaciones. El olor de la comida la distrajo por un buen tiempo, atendiendo en satisfacer el hambre de su estómago, preparado para rugir si no lo hacía antes.

Se dispuso a que la presencia de su marido en la casa no le quitaría el apetito, aunque aún podía sentir un nudo agarrotado debajo del pecho, en su estómago, costándole casi mantener una respiración tranquila, pesándole los senos, constreñidos por el corsé. Mordió con saña un pastelito y trató de que no se le estropeara el desayuno por más nudos que tuviera. Alzó la taza y posó el borde sobre sus labios para beber.

De fondo, aún podía oír los cascos de los caballos. No muy lejos, el trajín de los sirvientes, de su día a día; pero hubo un sonido que le llamó la atención por encima de todos aquellos ruidos. Era como un chapoteo. O eso se imaginó porque lo dejó de oír. ¿Se le estaría yendo la cabeza? Si no fuera porque tenía conocimiento de que las estancias privadas de su marido estaban en la otra punta, pensaría de que estaría en la habitación contigua, dándose un baño. No creería que fuera un miembro de la servidumbre. Casi se atragantó con esa supuesta lógica. No era él, ¿y si lo era? No estaría mal que se cerciorara, ¿verdad? No le haría daño echar una mirada de reojo.

No tocó más el desayuno. Intrigada y subyugada por la mala sana curiosidad, atravesó el vestíbulo y, con cuidado en no hacer ruido, giró entre sus dedos el picaporte.

La sorpresa fue grande cuando delante de ella, había una gran tina humeante y su esposo estaba metido en ella. Despatareado como un marajá en el suelo de su palacio. Pero no estaba en un palacio, sino en una tina.

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now