Capítulo 25 (mini)

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No tenía pensado en dejaros solamente con el capítulo anterior. Aunque podía subirlo mañana, no he podido contener las ganas de subirlo ahora mismo.

Gracias!!

😘😘😘😘

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Sophie intentaba recuperarse después de la tormenta que la había engullido.

Diría que literalmente había sido así, teniendo en cuenta de que esa tormenta que la había devastado tenía un nombre, y daba la casualidad de que le pertenecía al mismo que estaba debajo de ella, acostado y durmiendo tan tranquilo como un angelito. Si bien parecía un ser alado, inocente y con un aro de la cabeza, lo que le había hecho, no era de un ser puro e inocente. Aun así, el aspecto que proyectaba daba la sensación de que ni siquiera un resquicio del vendaval le hubiera tocado un pelo, ciñéndose a la verdad, lo tenía revuelto y desordenado sobre su frente perlada por el sudor. Teniendo esa clara ventaja, no la iba a desperdiciar; lo miró a su antojo, apoyándose con cuidado sobre su pecho, que subía y bajaba en una respiración pausada. Había caído agotado tras el segundo asalto, esta ves en la cama. No quería, ni tenía intención de despertarlo.

Aún no.

Aunque los últimos vestigios de la pasión rondaban por su cuerpo, recordándole lo ocurrido hacía unos minutos, eso no le quitó las ganas de querer observarlo. En muy pocas veces, lo había hecho, y menos que él estuviera en ese estado de sopor, sin añadir de que era la primera vez que dormían juntos. Por ello y por muchas razones aún no explicadas, lo observó, sintiendo que se le llenaba de una calidez el pecho.

No era esa calidez que la alentaba a provocarlo, a desear que sus labios volvieran a tocar los suyos, pensó con un sonrojo. No era ese tipo; sino otro, que la dejaba remolonear y estirarse sobre un manto de paz. Dicho manto la invitaba a quedarse para siempre. Donde no había dolor, ni dudas, ni resquemores. Aunque no supiera hasta qué punto podría haber cambiado las cosas, quería estar con él. Daba igual la forma o la manera, solo con él y con nadie más que él. Ese nadie más incluía a Oliver y a otros hombres que pudieran llamar su interés.

Su bobo esposo se lo había arrebatado por completo. Como si fuera ese su secreto, depositó un delicado beso por encima de su pectoral, cerca de donde supuso que estaba su corazón. Ahí lo sintió latir. Descansó ahí su mano mientras sus párpados bajaban, entregándose también al sueño.

Al final, ella había caído a los brazos de Morfeo, aunque en este caso, no eran los que la rodeaban, sino los de su esposo que la mantenían con él. Se aferró a ese abrazo. No pudo evitar de anhelar más momentos como aquel antes de que sus pensamientos se dispersaran por los horizontes del sueño, en el que el compás de sus corazones era la música de fondo.

***

Ansel se despertó con un dolor de narices, literal.

Evidentemente, era una de las consecuencias de liarse a puñetazos con Plumfield. Se pasó una mano por la cara e intentó no tocarse la zona lastimada. No era tan tonto para saber que no tenía que arriesgarse. Notó algo más que el malestar de su nariz y se trataba de las curvas y esponjosidad del cuerpo de su esposa, apretándose contra el suyo. Contacto que tuvo una rápida reacción en su anatomía, que había estado medio dormida. Lo ignoró porque no quería despertarla, considerando que los dos asaltos habían sido suficientes. Una mentira piadosa que esperaba a que dicha parte se le bajara. Pese a que no quería agotarla más, no se encontraba saciado de ella. Quería más y más, y se preguntó si no había creado un monstruo insaciable dentro de él. Por lo que le respectaba de ella, no tenía suficiente.

Su aroma, su tacto, su cercanía, sus curvas, su voz eran afrodisíacos para él. Haberlos probados eran como si le dejaran con el recuerdo de haberlos sentido, pero si todavía cansarse de ellos. No creía que se cansara de ello. Se ladeó de costado en el colchón, teniendo el máximo cuidado para no molestarla y acarició su piel sin tener el objetivo carnal en su mente.

Su mente era una cosa; y su cuerpo... otra. Mantuvo a duras penas el control de sí mismo, pero al menos, lo consiguió. Se mantuvo a raya y se conformó con sentirla cerca de él. Eso era lo que más le importaba. Aunque en su corazón, deseara más, era consciente de que no podía pedir peras al olmo porque ella no lo amaba. Mas habían hecho el amor, así lo consideraba él en su fuero interno, no quería decir que su esposa hubiera cambiado de sentimientos radicalmente. No lo creía. Aun así, no era obstáculo para él de continuar amándola en silencio.

¿Quién había dicho que lo había dejado de hacer?

Cerró nuevamente los ojos, rindiéndose a la calma que los rodeaba; rindiéndose a los sentimientos una vez más.


Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosKde žijí příběhy. Začni objevovat