Epílogo

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Georgina estaba tocando el piano cuando su marido apareció, pero no se acercó como se pensó que haría en un principio. Notando su mirada sobre ella, le soltó:

- Me halaga mucho que me mires, pero no puedo evitar que me entre curiosidad por saber lo que piensas.

- Creo que te lo imaginas, presumida - cuando su voz la acarició en su oído, supo que se había acercado sin oírlo.

Detuvo la música.

- Eh, me gustaba lo que estaba escuchando.

- Desembucha, lo veo en tu mirada - aunque su cuerpo ardía por sentirlo cerca, se contuvo.

- Nos ha llegado esta carta dirigida a ambos.

- ¿De qué se trata?

- Léela tú.

Oliver ya le había hecho un vistazo antes, encontrándose con la sorpresa de que le habían escrito Sophie y Ansel. Ambos le agradecían de haber ayudado a Perkins a encontrarla en esa posada y haber actuado a tiempo, ya que los dos cayeron en la trampa del zorro.

- Lo que no sabe es que fuiste la que se enteró de todo.

- Plumfield se cree un pavo real, que de real no tenía nada. Era un fanfarrón de mucho cuidado. Si no fuera porque lo escuché a escondidas, no lo habría sabido. No fue mi ayuda, sino fue la suerte que hizo que me enterara de lo que iban a hacer.

- De todas formas, querida mía. Demostraste más de lo que yo podría haber sido capaz.

- ¿Qué demostré?

- No le guardas ningún rencor.

- Ni tú tampoco - le señaló, tocándole un dedo en su pecho, que él cogió para darle un minúsculo beso.

- Es el amor, Georgina. El amor que nos hace más humanos.

Sin embargo, para algunos no conocerían el amor hasta pagar caro por sus errores.

Para Edward Portier, le quedaba un largo camino para expiar sus pecados. Porque nadie y menos el destino se quedarían rezagados esperando. No, él sufriría en sus carnes el castigo divino que le tenían preparado. Uno que no olvidaría tan fácilmente.

Por otra parte, los que no buscaban el amor, ya la vida se encargaría de darles un lección porque no se podía pretender ser un amante de la vida sin haber conocido antes el amor. Eso amigo, era un error que no se podía subestimar y menor burlar.

Y para Florence Savage, tendría el poco consuelo de tener sus recuerdos de un hombre que amó, pero no fue correspondido, siendo la soledad, finalmente, su compañera.

O no, porque hasta los menos afortunados podría encontrarlo.

FIN

Colorín colorado este cuento se ha acabado 😘😘

¡Gracias!

❤❤❤❤❤

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now