Capítulo 22

5.9K 764 48
                                    

Si no hubiera sido suficiente el largo descanso que se había echado, habría estado tentada de nuevo de permanecer en el lecho. Bostezó, apática, y con la mente embotada. E iba a bajar para salir hacia el jardín y despejarse con las briznas frías del atardecer, pero se quedó en la mitad del camino, en el último peldaño, cuando un Floyd misterioso (con pasos sigilosos) pretendía subir. Si no fuera porque tenía la cabeza agachada, se había quitado la chaqueta y las mangas arremangadas, no le hubiera captado la atención. Si no fuera porque atisbó unas manchas oscuras en su camisa blanca...

- ¿Floyd? - él no se detuvo cuando caminó justo cerca de ella, sino cuando lo llamó -. ¿Qué esconde?

- No es relevante - dijo dándole la espalda.

- Claro y yo tengo el cabello rubio. Dese la vuelta.

Oyó su suspiro resignado como si se tratara de un niño que había sido pillado en su travesura. Lo que no se imaginó en qué atolladero se había metido. Se giró hacia ella con un pañuelo de lino, que tuvo sus tiempos mejores, manchado... ¡de sangre!, apretándoselo en la nariz.

- ¡¿Qué te ha pasado?!

- Se lo explicaré más tarde. He de ocuparme de esto.

- No se va a ir fácilmente - le agarró del brazo, aún atónita y horrorizada.

- Milord, ya he pedido que le lleven en su habitación las vendas, el agua limpia y una botella de alcohol.

Sophie miró a Perkins que no pestañeó.

- Bien que me lo iba a contar - volvió hacia Floyd -, ¿me va a decir por qué tiene la nariz sangrando?

- Subimos y se lo explico - le señaló con la cabeza.

Ella asintió y se dirigió a Perkins.

- Yo me encargaré de asistirlo y por favor que suba todo a mis aposentos.

- Pero señora...

Sophie no le hizo caso y le adelantó el paso a su esposo, cortando cualquiera réplica. ¿En dónde diablos se había metido para acabar con la nariz así, si no era que estuviera rota? No le permitió dirigirse a su dormitorio porque entró en el suyo y dejó la puerta abierta. Cuando los sirvientes trajeron los utensilios, les pidió que los colocaran encima del tocador.

- Siéntese.

No rechistó, sino que la obedeció comportándose como un niño que ya había sido escarmentado. Dejó la chaqueta, la corbata, que también se la había quitado, en la cama y se sentó en el pequeño banco del tocador. Ella se situó enfrente de él. Intentando más que mostrar una fría concentración, lo examinó, quitando con cuidado el pañuelo.

- Déjeme ver.

Le respondió con una mirada recelosa.

- No se lo voy a empeorar.

Parecía ser que lo convenció porque le permitió que retirara el pañuelo rojo. Dios. Tenía el medio rostro ensangrentado, aunque por lo que veía en él eran manchas oscuras, estas estaban secas. Sin más dilación, empezó a desinfectarle.

- No la tiene rota - con cuidado le tocó la zona que se le empezaba a hinchar de la nariz, con un trapo empapado por alcohol.

Siseó por el ardiente ardor que le azotó en la carne. Plumfield se había esmerado en darle dos certeros derechazos.

- Lo siento, le escocerá un poco más.

Ansel intentaba que no le afectara otra parte más de su cuerpo, que ya estaba reaccionando. Avergonzado, trató de que su esposa lo dejara.

- Puedo hacerlo yo.

- No - sus miradas chocaron -. ¿Me va a decir que le ha pasado o se lo llevará a la tumba?

- He tenido una seria conversación con Plumfield - masculló tan bajo que ella apenas lo escuchó y se lo tuvo que repetir.

Sophie le cogió del mentón y lo miró. Ansel no pudo evitar ahogarse en su mar de ojos.

- ¿Cómo que ha tenido una conversación con él?

- Fui a su casa para pedirle que no la molestara más, ¿contenta? - enfadado consigo mismo por haberle dicho la verdad, avergonzado por haber perdido los papeles y... tenso por sus caricias, se apartó.

- No estoy contenta - abrió la boca y echó el trapo al cubo lleno de agua -. ¿Por qué fue?

- Se lo he dicho para pedirle que no la molestara.

- ¿Así se liaron a puñetazos como dos neandertales? - lo empujó para que volviera a sentarse y acabar con la tarea de curarle. Lo hizo a regañadientes -. No le entiendo. Usted parecía tan seguro de sí mismo cuando nos vio en la fiesta.

- Eso creí también hasta que me di cuenta de que no se me quitaba de la cabeza la mirada que le echó cuando se alejó de él, ni las líneas de su expresión. Daba la impresión de que estaba disgustada.

- Aun así, no lo debió hacer - esbozó una mueca -. Mira como le ha dejado, hecho un guiñapo.

- Espero haberle entretenido. Auch.

- No bromee. Podría haberle roto la nariz.

Ansel guardó silencio al notar cierta nota de temor en su voz. Atrapó sus manos y ella lo miró, confundida.

- No he acabado - frunció el ceño.

- Está preocupada por mí.

No fue una pregunta y ambos lo sabían. Sophie se aclaró la garganta y cambió de peso el pie.

- No comparto la idea de que lo fuera a visitar.

- Ni yo - parecía sincero -, he perdido el control y no me ha gustado.

Soltó sus manos y sus hombros se hundieron.

- Tampoco de que le hubiera herido - añadió, queriendo aliviar más que su magullada nariz.

- Empecé yo al propinarle un puñetazo. No fue una respuesta muy caballeresca de mi parte. Lo sé. No estoy orgulloso de mi mismo y creo que no me merezco que me cure.

A pesar de lo que él creía, terminó por desinfectarle y limpiarle de lo que tenía alrededor de su cara, su cuello hasta detenerse en su esternón, en esa zona en la se dejaba entrever a través de su camisa medio abierta, sintiendo el tronador de sus latidos. No la apartó, ni se lo mencionó. Se quedó ahí, quieta, con el trapo entre sus dedos, apoyada en su pecho, sintiendo el compás de sus latidos, cayendo en su embrujo y en la tranquilidad de la habitación.

Ansel levantó la mirada, entrelazándola con la suya. Aunque hubiera acabado, no se marchó. Él le quitó el trapo con movimientos nada apresurados y lo colocó encima de la superficie de madera. Con parsimonia, dándole tiempo a que lo rechazara, rodeó la cintura de su esposa con sus manos, extendiéndolas y abarcándola. Aún, alargando la calma, la atrajo hacia él. Su cabeza, descansó en la almohada de sus senos y respiró hondo. Sophie, se tensó en un principio, y más por las sensaciones agudas que se internaron en su estómago, provocando que su corazón brincara. Pero cuando la resistencia se convertía en una vocecita débil, no se resistió y se dejó llevar. Le respondió al abrazo con tiento, acercándolo más a ella, apoyando su mejilla en sus cabellos.

No supo cuánto tiempo estuvieron así, abrazados, cuando las sensaciones se convirtieron en una demandante necesidad. Antes de que fueran conscientes de ello, las llamas les dieron alcance y ninguno de los dos pudo escapar.

Esta vez no.

____________________

Tachán.... ya os lo dejo a vuestra imaginación hasta que haya nuevo capítulo.

Cualquier error que haya, lo corregiré mañana.

😘😘😘😘

Buenas noches!!

Espero que os haya gustado

😘😘😘😘😘

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now