Capítulo 24

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Perdón por si el lenguaje empleado (es una cosa que se me olvida decir siempre) no se ajusta al contexto histórico de la época. Aun así, es ficción, y también el lenguaje es libre (claro está respetando unos límites, que a veces, me los salto😅😅😅 ).

Por otra parte, tema diferente, intentaré postear cosas de las historias en instagram. Reitero una vez más que no hace falta seguirme. Además, no lo uso mucho.

Dejando el rollo a un lado, vamos con el capítulo

Os voy leyendo

😘😘😘😘😘😘

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- No haga una tontería más. Mmm- le costó hilar sus pensamientos cuando unas manos masculinas empezaron ascender por su espalda hasta detenerse en sus costados -, tiene la nariz magullada.

Su voz chasqueó el aire espeso que había entre ellos.

Pero su advertencia no fue impedimento para él.

Sus dedos pulgares rozaron el contorno de sus senos, provocando más pesadez en ellos, a pesar de las capas de ropa. Aunque el no llevar cierta prenda de ropa, el camino le fue más accesible. Su marido se percató de ello. Así, se lo hizo saber con la poca vergüenza que le caracterizaba, y que ahora conocía. Le importó bien poco que tuviera la nariz magullada cuando su mente estaba ocupada en otro menester.

- Alabo la buena decisión de que no lleve el corsé.

Su agradecimiento ahogó su réplica, avergonzada hasta la raíz de sus cabellos. Sintió las mejillas arder y tuvo que respirar para no desmayarse por la falta de oxígeno. Pero él se lo puso complicado. Sus manos treparon y rodearon los dos montículos, que se apretaban contra el escote del vestido, los tantearon por encima de la tela para luego estrujarlos como panadero que amasaba la masa, decidido y seguro.

- ¿Cómo puede pensar en la falta de... mi corsé cuando... se va... a lastimar aun... más?

El tironcito que le dio a su escote, le demostró su cabezonería y su intención de proseguir, ignorando una vez más su malestar y contradeciéndola.

- ¿Me ve preocupado por ello?

Sus ojos la atraparon.

No se le veía condolido. Ni mucho menos preocupado. Sino... Oh, tuvo que morderse el labio para no gemir como una posesa cuando tironeó finalmente del escote hasta bajarlo ya del todo, liberando sus pechos para su boca hambrienta que no perdió el tiempo en remilgos. Buscó, absorbió y mordió las exhiestas puntas, siendo atravesada por unas punzadas dolorosas, viciosamente placenteras.

Le acogió el rostro y lo acunó con sus manos como pudo ya que sus brazos estaban aprisionados por las mangas del vestido, atascadas en sus codos. Se afianzó en su cuello mientras su boca hacía virguerías con sus pezones, más sensibles.

Pudo descansar cuando él dejó de juguetear y se quitó la camisa, olvidándose del dolor padecido, aunque había otro que le acuciaba más, ese era más primordial que el otro. Después desnudarse cintura para arriba, le tocó a ella, dejándola con los pololos puestos.

- Ven - le tendió una mano, que ella aceptó con el sonrojo tiñendo toda su piel.

Ansel no tenía la voluntad de apartar la mirada sobre ella. Esta trató de no taparse, sintiendo una repentina timidez que solamente sentía, al parecer ser, cuando estaba con él.

- Se está pasando - jadeó y se agarró a sus hombros cuando se sentó en su regazo.

Las sensaciones se agudizaron cuando las partes superiores de sus cuerpos se tocaron y se sintieron. Pecho contra pecho, y la suavidad contra la aspereza del vello que adornaba su torso, haciendo que notaran en ellos un cierto hormigueo persistente, que alentaba más la necesidad.

- ¿Por qué? - atrayéndola más a su cuerpo y deslizando su palma ardiente como hierro candente en el lienzo de su espalda, que se arqueó ante el contacto de sus dedos.

Sus caderas comenzaron a moverse, rozándose sutilmente como una especie de simulación de lo que iba a pasar a continuación.

- Creo que lo sabe.

Bien que lo sabía.

- Una esposa debe obedecer.

La incitó con su sonrisa y sin dejarla de acariciar.

Sophie cogió impulso y se alzó sobre sus muslos, inclinándose sobre él en un incitante movimiento.

- Un esposo debe complacer.

- Entonces, esposa mía, nos tendremos que poner de acuerdo.

- No lo creo.

Ansel la agarró y la depositó en el tocador; no consideró en pedirle permiso.

- Sí, lo creo.

No tardó en unirse a ella, colocándose entre sus piernas, que lo rodearon, atrayéndolo hacia la cuna de su feminidad. Pero aún había obstáculos de por medio. No para ellos, que subyugados por la pasión, jugaron, se rozaron, retorciéndose entre las sensaciones que los hostigaban sin descanso alguno como dos picaruelos. Justo en ese desquiciante frenesí, con la nariz hinchada, su mirada de águila rapaz y el cuerpo por la tensión, la besó, abarcando su cara con sus manos, imprimiendo en él todo lo que guardaba dentro, pero sin decírselo con palabras.

Ese beso tuvo un efecto de inmediato en ella, que la alcanzó y se desmadejó en sus brazos, derritiéndose bajo sus caricias. Gritó en sus labios, mojados e hinchados, iguales que los suyos. El hombre nada compasivo bebió de su grito, amortiguando el sonido con su boca.

Sus mentes se hicieron añicos y no lo soportaron más. En esa locura que resurgía con más desespero y los desbordaba, donde no tenía principio, ni fin, Ansel desgarró la tela de sus pololos, introduciéndose en su interior, en una sola estocada que los hizo temblar y agarrarse con más fuerza. Se abrazaron, siendo esclavos de ellos mismos.

No se detuvo, ni ella quiso que lo hiciera.

Recibió sus embestidas inclementes con igual apetito y desesperación que él, que loco por el deseo, la marcó y la hizo suya, ahí en esa superficie de madera que era el tocador. Pero Sophie no se quedó atrás; lo besó y lo apretó contra ella, sintiendo que su cuerpo se rompía, de una equivalente forma que antes, pero esta vez con más desgarramiento y plenitud. Se deshizo entre oleadas de placer que se adueñaron de su ser, dejándola sin aliento y sin conciencia. No tardó mucho tiempo en recuperarla cuando notó nuevamente la incursión de su miembro en ella. Tanteó su entrada con un deliberado tiento, enloqueciéndola.

- ¿Otro más? - clavándole las uñas en sus hombros y arqueándose ante su encuentro invasor.

- Te dije que te haría gritar - la tuteó en un susurro muy cálido, deslizando su boca hacia su cuello -, y eso haré.

No se entretuvo en cumplir su sugerente y atrevida promesa.

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now