Capítulo 20

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Aunque puede que me gane menos estrellitas, no me importa, subo capítulo!

Allá vamos!

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Sí que sí me despido por hoy!

😘😘😘😘😘

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Entonces, no debo preocuparme...

¿Sería de un retorcido y malévolo placer de que quisiera que tuviera un pellizco de preocupación?

Mientras el traqueteo del carruaje los envolvía, el ruido de los cascos de los caballos llenaba el aparente apacible silencio, Sophie no dejaba de desear que él hubiera tenido un amago de celos. Se enfurruñó en su frustración; no se entendía.

Floyd le había declarado la anterior noche su intención de que no hubiera más peleas, ni más recriminaciones entre ellos, y estaba que quería buscarle las cosquillas. ¿Tenía sentido común? No, no lo tenía, pero lo que respectaba a su esposo, desde hacía unos días, no lo tenía.

Enfurruñada, lo miró, queriendo indagar sobre las profundidades de sus pensamientos. Estaba tan tranquilo, encerrado en la calma del vehículo, como si no le importara otra cosa que estar callado.

Su pie tomó vida propia y lo movió contra el suelo del carruaje, provocando un rítmico taconeo. Lo hacía por aburrimiento o por querer llamar su atención, esto último, lo consiguió, aunque no le trajo ninguna satisfacción.

- ¿Hay algo que le inquieta?

- No - pero continuó con el taconeo -, aunque podía decirme lo que está pensando para así no aburrirme.

- El problema es que está aburrida, ¿con una conversación podré entretenerla? - el hombre se movió, aunque lo hizo era moverse de lado, situándose enfrente de ella.

¿Para qué? Lo descubriría más adelante.

- Mientras que no me dé conversación sobre el tiempo, sería perfecto - se encogió de hombros -, o sobre mi belleza. Ya estoy agotada de que me halaguen o de que me comparen con las flores.

- Nada de tiempo, ni de halagarla. ¿Eso ha ocurrido esta noche? Pobre - no supo cómo tomárselo, si se estaba burlando o no de ella -. Seré benevolente, pregúntame lo que quiera y responderé.

- ¿Tengo carta blanca?

¿Podía confiar en él?

- Sí - como no había dejado de mover el pie aún, él se lo cogió y ella se atragantó -. Comience.

¿Cómo podía hacerlo cuando estaba pendiente de su mano que le había descalzado el zapato con un ágil gesto de sus dedos?

- ¿Por qué no me había sacado a bailar esta noche?

Parecía más que una pregunta, un reproche.

Bien, Sophie. Se quería dar una bofetada mental por ser tan obvia.

- Prefería observarla cómo bailaba, lo encontraba placentero.

¡¿Qué?!

- ¿Verme bailar con otros caballeros? - tuvo que cerrar los labios para no gemir, su marido le había comenzado a masajearle el pie.

No lo estaba haciendo tan mal hasta que el muy... meditó su respuesta, deteniéndose, para luego deslizar su dedo a lo largo del empeine, provocando que un escalofrío le lamiera por su espalda.

- Bueno, esa es la parte que menos me gusta del baile, pero me tendré que conformar porque no soy bueno bailando. Tampoco quería interrumpiros.

- Pues podría haberlo hecho porque no me encontré más cansada que en ese momento.

- La próxima vez atenderé su llamada de auxilio.

Frunció el ceño y, cerró los ojos fuertemente, cuando la mano se aventuró más arriba hasta tocarla en la corva.

- No quiero que me rescaten, esposo.

- A ver si lo entiendo, no quiere que la rescaten, entonces ¿qué desea? Ilumíname. Al igual que en el baile, tengo cierta torpeza en pillar las cosas.

Otra vez se detuvo, ahogándose en el manojo de sensaciones que se acumulaban en su estómago. Abrió los ojos, y le lanzó una mirada asesina. Poco le sirvió porque él no se inmutó desde su asiento.

- No tiene cierta torpeza - segura de lo que le decía, apartó el pie y buscó el zapato para ponérselo -. Ni crea que se lo pediré.

Jadeó cuando la agarró de la cintura y la sentó sobre su regazo. Como una gata erizada, se volvió hacia él.

- ¿Qué es lo que no me va a pedir, Sophie?

Sophie se dio cuenta de que cayó en su trampa.

El gato no murió por la curiosidad, sino por querer diversión o solo un poco de su atención.

No abrió el pico para no hundirse más en las tierras movedizas, pero eso no fue impedimento para él, que con cierta ternura, la abrazó desde atrás e inclinó su rostro sobre el suyo, amasándola, acunándola como si un bebé se tratara.

Aunque ella puso resistencia, no tardó en conseguirlo. No era tan dura como le hacía creer cuando realmente lo había deseado, quería retorcerse, pero no se retorció, sino que esperó.

Lo sentía tan cerca, tan cerca que podía oler su aroma de la que emanaba su cuerpo. Entreabrió los labios sin poderlo evitar, a su vez, que notaba su nariz indagar y acariciar su cuello con cierta pereza, oliéndola, tentando el terreno, para cuando regresó a sus labios, ya estaba perdida. Su esposo la besó, pero no del todo. No fue demandante, ni imperioso, ni apresurado. Todo lo contrario. Se tomó su tiempo en deleitarse, poniendo sus nervios en punta, más de lo que estaban ya. Jugó, rozó, se movió sobre su boca con lentitud, aún sin besarla.

- Pidémelo.

No se lo pidió, ni aunque el placer se arremolinara, tensándola, estirándola a más no poder, no lo hizo. Su mano se enganchó en sus cabellos y lo besó, queriéndolo marcar como él lo hacía en silencio, con sus migajas. Pero su beso terminó cuando el carruaje se detuvo. Los dos se apartaron jadeantes, obligados a comportarse con decencia.

De fondo, oyeron la voz del cochero, haciéndoles saber de la llegada de su destino. Aun así, no estuvieron atentos; no lo estaban cuando sus cuerpos les gritaban cosas no inocentes, cuando se bebían sus respiraciones con cierta dificultad.

- No se lo pediré - dictaminó.

Le dio la espalda y, aunque no sentía las piernas de lo temblorosas que estaban, se deshizo del abrazo y bajó del carruaje. Siendo ella ahora la que lo dejaba a él.

Le tocó a ella echarle el guante.

Ahora esperar si lo recogía o darle de nuevo con él. No dudaría en hacer esto último.

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosDove le storie prendono vita. Scoprilo ora