Capítulo 28 (mini)

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Es muy breve el capítulo, pero no quería dejaros sin él. Veré si mañana podré actualizar. Muy pronto terminaré con esta historia, aunque aún quedan capítulos.

Os dejo con él!!

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Lord Floyd no era supersticioso; ni creía que tras la felicidad se pudiera esconder una mano negra que se lo arrebatara todo. Pero hasta los menos desconfiados lo podían considerar. 

No se podía negar que estaba viviendo los mejores momentos con su esposa desde que se instalaron en la casa de Devonshire; comenzando su luna  de miel que no habían hecho por las mentiras descubiertas. De ahí su plena confianza de que todo marchaba bien en su matrimonio. De vez en cuando tenía sus discusiones por tener diferentes opiniones, pero no creía que a largo plazo esa felicidad se resintiera, aunque otros, desde la lejanía, hacía cualquier tejemaneje para poder separarlos.

Así que cuando sostuvo y leyó la carta que iba dirigida hacia él, de emisor desconocido, pensó que sería una broma cruel, una serpiente maligna que se había introducido en su jardín para hacerle desconfiar de su esposa.

Había llegado de un paseo con Sophie cuando el mayordomo, el señor Silver, le entregó una carta procedente de Londres. Una hora antes había creído que la felicidad perduraría, ¿pero ahora? ¿Qué podía pensar ahora?

 Su esposa no estaba con él, ya que había subido para darse un baño y cambiarse. No sabía de que una persona quería calumniarla, al menos era lo que había intuido con esa falaz nota.

Una hora antes, la calidez del atardecer y la cercanía, que habían estado construyendo desde se dieron esa oportunidad, propiciaron a contarse anécdotas de sus respectivas vidas, en el cual los dos se habían sentido cómodos. Era con esa seguridad que supo más cosas de ella, supo que desde pequeña, su primo y ella fueron grandes amigos. No era de extrañarse dada su relación actual, pero comprendía más que nunca la estima que Sophie le tenía, hasta su cariño hacia él. 

Probablemente, él, lord Portier, no hubiera aceptado de que su prima pasara más tiempo con otro hombre que no fuera él. Aunque uno, ajeno al contexto familiar, no podía llegar a comprender entonces por su entusiasmo a que se casara con él. Salvo que hubiera otro hombre de por medio.

Oliver.

 Podía agradecerle de que la hubiera separado de él. Pero no estaba del todo agradecido. No cuando desconfiaba de su persona. Aun así, quiso darle un voto de confianza, al menos hasta que Dios le demostrara lo contrario.

No era un hombre usualmente celoso. Mentía. A decir verdad, había tenido celos de las sombras oscuras de una presencia que no vio nunca, Oliver, o más recientemente, lord Plumfield. No por el hecho de que se la arrebatara, sino que le hiciera sentir como mujer cosa que él no hizo en su momento de matrimonio por haber sido un obcecado del rencor. Podía estar tranquilo respecto a su antiguo amor, Oliver. Este  formaba parte del pasado, pero... ¿el recuerdo de lord Plumfield? ¿estaría enterrado para siempre?

Se masajeó la nunca, sintiéndola tensa. Los temores del pasado podían volver. No se imaginó el cómo de ello. Aunque no estuviera seguro de quién estaba detrás de ello, no podía darle validez a esa carta que lo único que le contaba era nada más que falacias.

Falacias que se traducían en una cosa:

Aún no puedo darle conocer mi identidad, pero he de advertirle que su esposa, a escondidas se sigue carteando con lord Plumfield, cuya relación no ha finalizado. Lo está engañando como a un tonto. Si quiere saber más, no puede hacer otra cosa que mirar en su secreter.

Ansel con una mueca en sus labios, estrujó la carta entre sus dedos, queriendo tener delante esa persona y hacerlo lo mismo. ¡Condenación! Aun así, la espinita de la duda se introdujo en él como el mal veneno que sin querer había goteado dentro de su boca y haber tocado su lengua.

Cabeceó encontrándolo sin sentido alguno. 

¡No lo tenía!

Confiaba en su esposa y no iba a hacer tal abominación en desconfiar de ella, repentinamente, y por una cosa que un desgraciado quería burlarse, aunque una vocecita dentro de él apareció y le dictó en ir y descubrirlo con sus propios ojos.

Aún con la cólera navegando por sus venas, atisbó en el escritorio una invitación de unos amigos, que los invitaban a él y a su esposa a una fiesta campestre. Quizás, era la distracción que necesitaba. Aunque se habían transcurrido ya unas horas, aún estaban a tiempo de participar. 

Fue hacia la chimenea y tiró la maldita nota, que esta se quemó abriéndose como pétalos en llamas, recordándole funestamente el posible engaño de su esposa. 

¡No me está engañando!

Le gritó en silencio a la nota reducida a cenizas. 

Aún no te ha dicho que te ama.

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now