Capítulo 31

4.8K 705 19
                                    

El trayecto a casa fue diferente a la vez que salieron de Londres. 

Aunque las circunstancias eran distintas, ya que regresaban porque lord Rider había sufrido un percance en un paseo a caballo en Hyde Park, tal como le había detallado en la carta de su adorada madre. Si bien le comunicó la noticia, también, le avisó de que no guardaba gravedad la caída que tuvo. 

Si no fuera porque su madre no había contactado con ella desde que se desposó, no habría tenido esa preocupación por su progenitor. Sin embargo, no era lo que le preocupaba a Sophie en ese instante. Alzó el rostro hacia su marido, que estaba silencioso desde que salieron. Sí, estaba callado, meditabundo. Lejos de ella.

Aunque quiso romper el silencio, preguntándole, se abstuvo en preguntarle, pensando que sería pasajero. Ambos habían hecho sus maletas rápidamente, de forma ajetreada, que no tuvieron descanso para poder respirar y hacerse la idea de que regresaban a la ciudad. 

- Mi padre está hecho de otra madera, nunca se quejaría con el más leve dolor que padezca. Pero, mi madre al verle así, no querrá estar sola.

- Es normal que quiera ver a su hija.

Sophie hizo una mueca.

- No ha preguntando por mí desde que nos desposamos. Porque ha sufrido una caída, ¿ya se ha acordado de mí? Ha tenido más días para hacerlo, digo, sigo viva y ellos, también.

- Estará bien, Sophie - le tomó su mano entre las suyas, la joven quiso llorar por sentirlo de nuevo -. Se habrán dado cuenta de que no les gustan estar tan solos ante la situación que ha sido inesperada para ellos.

¿Tan preocupada estaba? Porque no era normal que con sentir su palma, ya quería deshacerse en lágrimas. No podía tener dudas de la atención de su marido, ya que cada noche o rato que compartían juntos, le demostraba que su afecto era recíproco. Pero, ¿por qué tenía cierta aprehensión en el pecho?

Quiso indagar más a través de su contacto, de sus dedos entrelazados, de sus ojos que estaban velados.

- Supongo que sí - se mordió el labio, deteniendo a raya las lágrimas -. No me haga caso, estoy muy nerviosa por el encuentro - confesó... a medias. 

Ansel no abrió la boca, sino que la atrajo hacia él, para consolarla.

- Puedo acompañarte.

Cuando decidieron irse, le había dicho de que no le hacía falta que le hiciera compañía.

- No; son mis padres.

- Y mis suegros - añadió él con una sonrisa.

- Estoy tan avergonzada. Mis padres creen que eres el salvador de mi alma díscola. He sido muy  rebelde a cada orden que me imponían. 

- Incluso, nuestro casamiento.

Se sonrojó, aunque no se acobardó ya que era una parte de su vida, que no se arrepentía por que sintió de verdad, aunque las formas no fueron las mejores. No merecía haber sido engañado.

- Sí, pese a que me rebelé; no se achantaron. Querían que fueras mi esposo.

-  Aunque suena egoísta de mi parte, les estaré agradecido porque no quise que fuera lo contrario. 

- Ansel - tomó valor y, cuando tuvo sus ojos posados en ella, tembló, pero no por miedo, sino porque aún estaba algo mortificada -. Nunca te he pedido perdón por ello. Es verdad que no me arrepiento cuando me enamoré de Oliver, ni de lo que hice, pero no me siento orgullosa del daño que te hice y te pido perdón por el sufrimiento que te causé con mi engaño.

No fue consciente de que estaba conteniendo la respiración hasta que lo escuchó decir.

- Te perdono, mejor dicho, ya te he perdonado.

Pero... ¿por qué lo sentía tan lejano?, aunque su cuerpo estaba junto con el suyo. Sintió su beso en la frente. Ella quiso algo más, pero no lo dijo, las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Ni siquiera supo qué palabras usar.

¿Qué era lo que se le escapaba?

Tampoco tuvo oportunidad de averiguarlo porque el carruaje se detuvo enfrente de la casa. 

- Te veré en casa. Luego, me cuentas que tal ha ido la visita con tus padres. Si necesitas refuerzos, no dudes en enviarme una nota. Perkins estará atento por cualquier nota que le envíes, y la distancia entre una casa y otra no es grande.

- Soy más fuerte de lo que piensas.

- Lo sé - recibió otro beso en la frente. 

Cuando bajó del carruaje y se despidió de él, se percató de algo, que la inquietó aun más, si eso pudiera ser. Su esposo no la había vuelto a besar en los labios desde que hicieron el amor hacía dos noches. 

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now