Capítulo 27

5.6K 729 30
                                    

Una podía desear que las sensaciones dichosas se alargaran, que no hubiera una fecha de vencimiento para ellos; los besos perduraran en el limbo del tiempo y traspasando las fronteras; los olores se quedaran grabados en la memoria; y el placer vibrara hasta quedarse sin sentido, ni saber qué día sería mañana sino con el nombre de su amado en el pecho.

Sophie no deseó estar en otro lugar que no fuera entre sus brazos, con las burbujas, literalmente, rodeándolos por sus pieles resbaladizas, mojadas por el agua templada que lentamente se iba enfriando, pero no la temperatura de sus corazones. Las burbujas cosquilleaban, aunque  no era el único cosquilleo que podía percibir en ellos, en el interior de sus cuerpos. 

Habían decidido en esa tarde de disfrutar un baño juntos. Tal decisión no les sorprendieron, ya que últimamente pasaban más tiempo juntos que en los primeros meses de matrimonio, cuya relación fue nula. No hacía falta traer los recuerdos del pasado, que fueron tortuosos. La situación estaba cambiando; ellos lo notaban, dejando atrás el orgullo que tanto les había dado quebraderos de cabeza. Ahora el distanciamiento no era una opción para ellos. Ni siquiera dicha opción la habían barajado como una posibilidad.

Aunque tal baño invitaba más allá del disfrute de estar en el agua, quizás a jugar un poco, solo quisieron disfrutar de la paz que reinaba en la habitación. Pese a que el sentir sus pieles juntas, rozándose, una con la otra, les hiciera sentir mil hormiguitas correteando, no cedieron a sus instintos más primitivos, que les gritaban ceder a sus deseos. Pero había otros más poderosos que eran el estar así, respirando esa paz que los embargaba. 

Sé apoyó en su pecho, a su vez, se estiraba en una sensación de gozo. 

¿Quién le diría a ellos de que la bañera tuviera la capacidad de que cupiera dos cuerpos? ¿Quién le diría de que los brazos de su marido era el lugar más reconfortante, donde más quería estar? 

Un minutó después, se recostó en él mientras sus manos acariciaban con parsimonia los brazos que la rodeaban, se entretuvo en juguetear con el vello que adornaba sus firmes antebrazos, le gustaba sentir la textura de su piel, el jabón y el vello.

- He estado pensando que podríamos marcharnos de Londres y estar una temporada en el campo. Estamos obviando las invitaciones de nuestros conocidos que no creo que se molestarán, mas sino lo han hecho ya, si nos vamos de la ciudad, ¿qué te parece si nos vamos? 

Ansel no se movió y besó la cabeza de su mujer, a su vez, aguardaba su respuesta. Lo había estado meditando mucho ya que no encontraba sentido de estar en un lugar donde podían incordiarlos con las visitas inoportunas o invitaciones de las cuales, la mayoría, las rechazaban.

- Me parece bien. Podría conocer por fin la casa de campo, en la que se mantuvo mucho tiempo viviendo, alejado de aquí.

- Puedo alegar de que mi ausencia se debió por compromiso, pero realmente prefiero vivir en la tranquilidad que llegar a agotarme de la vida estridente que es aquí, no pretendo que suene a como viejo cascarrabias que ha pasado su vida entera, encima quejándose. Solo quiero pasar más tiempo contigo. Suena egoísta, lo sé, aunque no me importa, dicha sea la verdad.

Sophie le echó una mirada sonriente. 

- Puede que, a veces, seas un viejo cascarrabias...

- Gracias - fingió ofenderse y apretó más el abrazo como castigo, aunque no fue como un castigo como tal, solo les encendieron aun más.

Sintiendo que las ganas se ampliaban, sonrieron y se miraron. La joven le acarició el mentón con ternura.

- A fin de cuentas,  eres un viejo cascarrabias adorable - su respuesta le valió un besito en la nariz -. A mí también me gusta más vivir en el campo. Así que cuando quieras, hacemos las maletas y nos vamos.

- En cuanto me ocupe de algo que requiere mi atención urgentemente.

- ¿Eso qué es que tanto le inquieta y requiere de su atención? - rodeó su cuello con sus manos mientras le echaba una mirada provocativa y cargada de expectación.

- Lo sabrás muy, muy pronto, esposa mía - le respondió atrapando su labio inferior con sus dientes, demostrándole de que no iba a desatenderla durante un largo rato.

***

 Sophie estaba arreglando sus pertenencias cuando Perkins le avisó de una visita. Dejó que su doncella ultimara las prendas que se llevaría para el campo, a la casita que tenía Floyd en Devonshire, para atender a la visita. Bajó, yendo hacia la salita donde la estaba esperando. En verdad, no había creído que recibiría alguna. Para su sorpresa, vio a su primo delante de ella. 

- Edward, ¿no te llegó mi carta?

- ¿Qué carta? ¿Acaso os marcháis? - parecía ser que por su tono, no lo había esperado.

Claro,si supuestamente no le había llegado la carta donde le explicaba su ausencia en la ciudad.

- Floyd y yo hemos decidido irnos a Devonshire - su evidente alegría no se le pasó por desapercibido. Su primo frunció el ceño ante la extrañeza de su marcha -. ¿Ocurre algún problema con ello?

Portier negó con la cabeza, guardándose sus pensamientos para sí mismo.

- Parece que entre vosotros los problemas se han solucionado - llegó a decir con tiento.

- Nos hemos perdonado, Edward, y creo que ha sido lo mejor que hemos hecho. Finalmente, nos queremos y eso es lo más importante para nosotros.  

El hermetismo del hombre, la puso nerviosa. 

- No me juzgues, Edward. No estoy esperando tu aprobación - saltó al notar que la noticia de su reconciliación no había provocado cierta alegría por parte de él - Además, como bien me señalaste anteriormente, es mi marido.

- Temo que te vuelva a hacer daño, de ahí mi reserva - dijo entre dientes. 

- Soy bastante mayorcita para preocuparme por mi bienestar, incluso la de mi marido. Tanto Floyd y yo nos hemos hecho daño mutuamente. Esta salida, que haremos, viene bien para nuestro matrimonio y para nosotros. Es una oportunidad que nos merecemos. Sintiéndolo mucho, tengo que dejarte. Ya nos veremos a nuestro regreso. Dame un abrazo, antes de irme.

Se lo dio, aunque renuente. Sophie no volvió a mencionar su falta de entusiasmo. Salió sin esperar a que él se fuera antes.

- A tu regreso, solo te esperarán unas cuantas sorpresas, prima - de las cuales él mismo se encargaría de dárselas. 

Me odiarás   © #3 Saga MatrimoniosWhere stories live. Discover now