Capítulo 15

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Antes de dejar con el capítulo, he cambiado algunos tiempos verbales y otras palabras del anterior.

Os dejo con un nuevo capítulo, ya me toca dormir y no quería dejarlo antes de que se fuera la inspiración.

Nos leemos pronto

😘😘😘😘😘

Allá va... ➡️➡️➡️

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No le respondió, lo que le permitió a que tomara la palabra por ella. O mejor dicho, actuó por ella.

Notando su tensión como el de un animalito receloso y acorralado ante el ataque de su presa, deslizó su boca, nada tímida, y húmeda por el cuello recto de su esposa. Parecía la cuerda de un violín a punto de romperse. Como si el hecho de mirar arriba, la salvalguardara de sentir. Estaba totalmente equivocaba y se esmeró en ello, para que sintiera como acariciaba su carne con su lengua y dientes, arañando superficialmente como si se tratara de la piel de una manzana, roja y dura. A diferencia de la fruta, la piel de su cuello era tersa, suave y olía a dulces almendras.

- Quiero tocarla como lo ha hecho conmigo.

- Noo...

Sophie apretó los labios al oírse débil. Pudo notar con claridad, sin llegar a abrir los ojos, su sonrisa lobuna. Oh, Caperucita se metió en la boca del lobo sin saber salir, o mejor, si no estaba segura de querer salir.

- Se resiste a mí - su aliento era un latigazo que le enviaba como toques certeros, invisibles y directos hacia el centro de su ser, que palpitaba y se revolvía por dentro. Percibió más pesadez en sus pechos -. ¿Por qué?

Se apartó, no porque su rechazo lo hubiera desganado, sino que lo hizo deliberadamente para que cogiera confianza. A veces, era mejor aflojar que apretar las tuercas. O eso creía porque su esposa era totalmente impredecible para él.

Sophie ya no sabía cómo era respirar con normalidad. Lo miró, chocando sus miradas. Ahí, en ese ambiente que no paraba de caldear, le dijo, sintiendo la lengua como trapo:

- Prefiero que se rinda usted antes que lo haga yo.

- ¿Quiera que me rinda? - su voz grave fue como música prohibida para sus oídos.

- Sí - no había muros entre ellos, no había sutilezas de por medio.

Ansel cabeceó con una sonrisa, que ya le gritaba que no le iba a dejar el camino fácil.

- Bueno, bueno - se inclinó sobre ella, acercándose, no rozándose, a unos milímetros de sus labios -, me temo, esposa mía, que no podré cumplirle con su petición. Se ha topado con el mismo deseo: su rendición.

- No lo haré - le declaró, no pudiendo ignorar las llamaradas de insatisfacción recorriendo por su cuerpo -. No me rendiré a caer primero.

Él se encogió de hombros, y demostrándole que no tenía pudor, se levantó de la bañera y saliendo de ella, chorreando de agua. No tuvo vergüenza, aunque ya debería saberlo, ¿no? No era como el bobo que creyó que sería en un principio.

Sophie tuvo que apartar la mirada a un lado. No iba a quedarse embobada o con la boca abierta. Con cuidado en no llamarle la atención, se palpó la barbilla para asegurarse de que no le corría un hilillo de saliva. Ya hubiera sido el colmo de los colmos. Por suerte, no notó dicha humedad, aliviándola. Pero el alivio duró poco tiempo. Agitada, oyó el crujido de una toalla. Se imaginó, porque su mente era así de juguetona, de que la tela lo envolvía y se apretaba contra la longitud de su miembro erecto.

- ¿Aguantará la tentación?

Irritada a más no poder, e insatisfecha por su tozudez y orgullo - más no podía más que lamentarlo en silencio, se puso una máscara y lo imitó. Se puso en pie. No le temblaron las piernas, aunque las sentía como gelatina. Inspiró hondo y lo miró. Reunió todas sus fuerzas para resistirse en no echar una larga observación.

- Recuerde que no es el único hombre que me pueda complacer.

La sonrisa de él tembló, un mero resquicio de que no le era inmune y tan indiferenre como quería demostrar ante esa posibilidad, pero esa efímera debilidad desapareció.

Sophie podía haberse callado, lo sabía, ya que lo estaba provocando a más no poder. La prudencia, le habían enseñado, que era una de las mejores virtudes para el hombre se apaciguara. Sin embargo, una de sus cualidades no era ser prudente, y mucho menos, cauta o pudorosa.

¿Qué era lo que pretendía?

Otro hombre en su lugar ya la hubiera puesto bien derecha sin que le temblara la mano. Otro hombre... Algo en su interior se removió al imaginarse que su esposo era quien podía ponerle sobre sus rodillas.

Mortificada por esa imagen tan perturbadora, tan nítida, se giró sobre sus propios pies. E iba a irse de allí, si no fuera porque su esposo la detuvo en su huida. Cerrándole la puerta delante de sus narices.

- Si quiero, le puedo exigir que me obedezca.

No se enfrentó a él cuando sentía que podía mandar al diablo su orgullo y suplicarle que la hiciera suya, ahí, en contra de la puerta.

- Pero ambos sabemos que no soy sumisa, usted tampoco hará que me obligue - habló dando por sentado muchas cosas.

Contuvo un jadeo cuando notó en su espalda el calor que él emanaba con su cuerpo medio desnudo.

- No quiere rendirse, aun así me desafía, declarando que puede usar a otro hombre que no es otro que Plumfield.

No pudo evitar sonreír, dándole su estocada.

- Ahora, ¿quién está celoso?

Él la volteó con firmeza. Su espalda fue a parar en la superficie de la madera. No la asustó. Sino que le costó más respirar cuando su cuerpo palpitó por dicho gesto.

- No juegue conmigo porque antes que pestañee - sus ojos abrasaban -, no dudaré en que sea mía sin preocuparme si me desea o no, si quiere rendirse o no. Porque ese momento cuando llegue, te haré gritar y no querrá que otro lo haga.

Con esa intensa declaración, le abrió la puerta para dejarla marchar. Tuvo que agarrarse del picaporte para no caerse, mientras él tomó otro camino, alejándose de ella.

Aún el lobo no había querido comérsela, dándole una oportunidad, posiblemente... ¿de portarse bien? No estaba segura.

Sentía un escalofrío no de peligro, sino de expectación. Sino de una peligrosa y morbosa expectación. Eso, era más inquietante aún. Ahora sabía más que nunca que el lobo ya no se andaría con chiquilladas, como el tema de los celos. No lo haría, ya que había despertado la bestia que había dentro de él.

No era la oveja tonta que creyó que sería.

¿En dónde se había metido?

Me odiarás   © #3 Saga Matrimoniosحيث تعيش القصص. اكتشف الآن