30. Tres almas y una ciudad (3º parte)

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"Sofía, necesitas un buen escarmiento para madurar

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"Sofía, necesitas un buen escarmiento para madurar. No eres más que una niña".

¿Te aferraste a esas palabras al morir, mamá? ¿Lo hiciste?

No podía culpar a su madre de lo que había sucedido, tampoco a si misma por no haberse resistido cuando Alastor la llevó de vuelta al cortijo. Las cosas se habían desarrollado de una manera y ya no podía cambiarlo. Era una pérdida de tiempo seguir dando vueltas a un tema pasado.

Pasó y ya. ¿Qué más da?

Si seguía aferrándose al pasado, a lo que había sucedido, se convertiría en una copia de su madre culpando a su marido de las penurias por las que pasaba día tras día, lamiendo los zapatos de los ricos para vivir.

Sigo viva, es lo importante. Y no estoy sola.

Había ido a parar a una casa que la recordaba de alguna manera a las familias que siempre se quedaba mirando en el mercado, bulliciosas y felices, aunque en este caso no hubiera una presencia masculina presidiendo el hogar. Eran Raisa y Nana, dos mujeres independientes que vivían con tres niños en una sociedad humana y conservadora. Dos modelos de conducta.

Raisa tenía tacto con la gente, por lo que no fue difícil congeniar con ella al poco de empezar a vivir con ellas. Con los niños fue mucho más fácil. En cambio, Nana era un completo misterio.

Una caja de Pandora que estaba dispuesta a abrir.

Un día cualquiera, cuando salió de la habitación a primera hora de la mañana, encontró a Nana en el centro del patio mientras los niños y Raisa se mantenían en la puerta de la cocina observándola. Inconscientemente, fue hacia ellos sin saber qué ocurría. Había cosas en esa casa que todavía no entendía, empezando por el hecho de que aquel cuarteto debía consumir corazones todas las semanas, lo que explicaba que Raisa apareciera con un cuerpo o dos cada domingo. Hubiera huido asustada de no ser porqué comprendía, de cierto modo, que no tenían la culpa de ser lo que eran y el especial menú que traía consigo ese origen. Llegó a ofrecer su ayuda para cocinar, incluso, aun sabiendo que lo que tendría que cortar y cocer era un corazón humano.

Se posicionó a la vera de los niños, ocultándose tras el marco.

─¿Qué se supone que está haciendo? ─preguntó en un murmullo.

─Está reforzando la cúpula ─respondió Raisa─, el campo protector que protege la casa.

─¿Nana puede hacer eso?

─Nana puede hacer muchas cosas.

─Por eso da tanto miedo ─dijo Lobo.

─¡Sí!

Raisa soltó una carcajada.

─Como ya puedes ver, Nana no es muy querida en el sector infantil de la casa.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora