31. Lágrimas de lluvia y magia

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Holy sentía que su cuerpo estaba tendido sobre un charco de agua, aunque no pudiera moverse

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Holy sentía que su cuerpo estaba tendido sobre un charco de agua, aunque no pudiera moverse. Era como si su alma estuviera cerca, no dentro, de su retenedor. Algo la retenía fuera y eran los recuerdos que había visto. Raisa había sufrido durante siglos y solo encontró paz junto a Nana, cuando ambas se reunían tras largas separaciones. Su amistad había prevalecido por la eternidad, pese a las pérdidas que ambas habían sufrido.

La querida anciana, temible para muchos, tenía un alma gemela, y no en el sentido romántico. La unión que había entre Verónica y ella se asemejaba a la que una vez tuvieron Nana y Raisa. Algo inexplicable y hermoso.

Tan hermoso que a veces dolía como el Infierno mismo.

Ambas habían permanecido juntas a pesar de los horrores que el juego de Blood había ocasionado. Juntas por siempre.

¿Cuánto viste, Nana? ¿Todo lo que decías eran visiones...o cosas pasadas?

Algo en la conversación que habían tenido Raisa y Nana en aquella cafetería, en sus palabras, la alertaba de que no todo eran visiones del grigori. Si no, ¿por qué Raisa había afirmado conocer a Verónica? Eran líneas temporales diferentes, ni tan siquiera estaban vivas en ese momento. Entonces, ¿cómo? Quizás se hubieran encontrado años después de haberse puesto en contacto con Nana, pero no lo hizo. Raisa se alejó de todo lo peligroso para centrarse en su familia, para vigilarla también.

Ella era una pieza más. Un comodín, según Blood.

No cuadra nada. Verónica no existía tan siquiera cuando Raisa la mencionó.

Y mientras Nana deambulaba alrededor de Verónica, Raisa hizo lo propio con ella. Pero el grigori estaba rodeado de pilares al contrario que la cambiaformas que solo había encontrado obstáculo tras obstáculo por culpa de los demonios que parecieran jugar una partida distinta a la de Blood.

Su alma encontró un camino directo hacia su cuerpo cuando una imagen se materializó frente a ella.

Nana fue a Sevilla una última vez...para ver a Raisa morir.

No había visto todas las memorias de Raisa, ni mucho menos, solo recuerdos sueltos sin conexión alguna hasta que Sofía apareció en sus caminos. Y después, como si de un salto se tratara, apareció frente al restaurante y justo al lado de Nana, que esperaba entre lágrimas que sucediese lo inevitable. Su reacción la sorprendió, no la había visto llorar nunca de esa manera. Pero aquella expresión mostraba la cruda verdad.

Ella ya sabía lo que iba a ocurrir desde mucho antes de que Raisa se interesase por su futuro, mucho antes de que los castillos fueran sustituidos por altas torres de apartamentos y la televisión fuera plana.

Había mantenido oculto aquel secreto por siglos, torturándose a sí misma.

Recordaba haberse volteado hacia ella, mirándola llorar en silencio y sin entender a qué se debía. Solo cuando Caris apareció en escena en medio de una humareda negra, similar a la que Cronos utilizaba para moverse, entendió qué estaba viendo. Especialmente cuando en su hombro estaba la muñeca de trapo. Esa maldita cosa...

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Where stories live. Discover now