3. El mal de Santa Cruz

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Jupia estaba apoyada en la parte trasera del castillo, escondida entre unos matojos mientras leía un libro

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Jupia estaba apoyada en la parte trasera del castillo, escondida entre unos matojos mientras leía un libro. Desde su posición no llegaba a ver cuál era, pero tampoco era el título lo que llamaba su atención. La imagen al completo era hermosa. Hubiese querido fotografiar ese momento y guardarlo bajo llave en un lugar donde nadie pudiese descubrir el secreto que ambas compartían.

Habían pasado seis meses desde su primer beso, de aquel día en el que decidieron dejar de lado los prejuicios y eligieron con el corazón. Nadie sabía de lo suyo, nadie salvo una persona. Sofía había intuido qué pasaba y en un día de tormenta, cuando todo el mundo había desalojado el comedor, las acorraló. Santa Cruz desconocía de su relación gracias a ella. Los cabos sueltos que inconscientemente dejaban eran desviados de las miradas ajenas por esa mujer. Las protegía.

—¿Te fue difícil huir de Renata?

Jupia miró en su dirección y sonrió al encontrarla.

—No mucho —respondió Holy—. Aparecieron tus hermanas y aproveché la oportunidad.

—Esas dos tienen a Renata en un altar. Menudo par... —Jupia la invitó a sentarse a su lado con un movimiento de cabeza. Una invitación que no fue rechazada—. Si queremos seguir así debemos estar pendientes de mis hermanas. Son las más peligrosas ahora mismo.

—Eso es cruel.

—Sabes cómo son.

—Aun así...

—Pensabas igual que ellas al principio, y lo sabes. —Jupia tenía razón—. ¿Cómo crees que reaccionarán? Es mejor que siga siendo un secreto.

Holy apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos. Cuando estaban juntas, sin nadie que las juzgase, podía respirar algo de paz dentro de la jaula que representaba Santa Cruz. Una jaula, que a pesar de todo, la mantenía lejos de Caris y la locura que envolvía su ser.

—¿En qué piensas? —preguntó Jupia—. Las vacaciones, ¿quizás?

Tiempo atrás, mucho antes de que estuviesen juntas, se había sincerado con ella contándola todo lo que ocurría en Sevilla. En especial, todo lo relacionado con Caris. Aparecía casi todos los días en su casa, vigilándola. Y cuando se le antojaba la hacía todo tipo de cosas para sacar el supuesto mal que tenía en su interior.

Caris había destruido a su familia después de la muerte de Raisa. Se había hecho con el control.

—Quiero quedarme aquí —susurró, recordando la maquiavélica sonrisa del monstruo.

—Vente a Galicia conmigo. Ya sabes que mi madre te quiere conocer.

—Tendría que hablar con mis padres... Son capaces de ir a la otra punta del país a por mí.

No sería la primera ni la última vez. Ya en el pasado lo habían hecho..

—Podemos hablar con Sofía —sugirió Jupia con una sonrisa—. Sería nuestra intermediaria.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Where stories live. Discover now