27. Hermanas de sangre (1º parte)

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Habían pasado varios días desde su encuentro con Samuel. El director parecía haber adivinado, o quizás descubierto, sus planes con Allison por la manera en la que se dirigió a ella antes de seguir su camino. Apenas pudo contrarrestar sus sospechas, era rápido escapando.

Escurridizo como una serpiente.

Se notaba de lejos que era un Mankrof después de todo. Había momentos en los que actuaba igual que su hermano pequeño aunque hubiese renegado de su propia familia pasándose al bando de Alastor. Por suerte, para bien o para mal, Simon no estaba al momento por lo que no intentó lanzarse hacia él como ya había sucedido en varias ocasiones.

El verdugo de una serpiente solo podía ser otra serpiente. Ese parecía ser el lema de los hermanos.

Verónica gateó por la espalda de Simon hasta colocarse encima de él para poder acariciar su semblante dormido. Disfrutó de su cercanía y dejó que el cambiaformas la envolviera entre sus brazos cuando sintió su presencia y se recolocó para quedar ambos en una posición del todo curiosa.

─Tu culo era cómodo, idiota ─gruñó─. Deberías haberte quedado quietecido.

─No creo que sea mi culo lo que más te interese tocar ─susurró Simon con los ojos cerrados y una sonrisa pícara en los labios─. Es broma.

─¿Qué tal estás?

Solo por las ojeras que tenía, cualquiera podría pensar que había tenido horribles pesadillas.

─Podría estar mejor.

─Lo siento ─se disculpó─. No quise...

─No digas bobadas, Verónica. No es tu culpa que tengas esas pesadillas y grites en medio de la noche mientras aún sigues dormida. Solo espero que no tarden mucho en desaparecer ─admitió Simon acariciando la cascada rojiza que tenía sobre él─. Me asusté... Me pegaste un buen susto. Los gritos de anoche eran desgarradores, peor que los de ayer y los del día anterior. Creí que ibas a escupir sangre de un momento a otro. Pero no fue así, menos mal.

─Sentí que me partía en dos y de mi vientre salían sombras que me devoraban lentamente. ─Verónica se revolvió del asco. No es algo que desease ni a su peor enemigo. Bueno, puede que a un par de personas sí─. Una de las sombras era Nana. Vi su rostro mientras una de sus manos me despellejaba. ¡Prefiero parir ya y que esto se acabe!

─No lo digas muy alto.

─Lo digo en serio, Simon. No quiero tener más pesadillas.

─No faltará mucho ─le escuchó decir─. Es cuestión de tiempo.

─Espero que no falte mucho, entonces. Quiero poder dormir en paz.

Anastasia y Eduardo se asomaron por la pared para comprobar que todo estuviera bien. Al ver que estaban acostados, tapados con una sábana, desearon las buenas noches y desaparecieron. Seguramente en busca del perro fantasma que debía de rondar por alguna de las habitaciones del castillo.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum