30. Tres almas y una ciudad (1º parte)

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(Ilustración de Fantagoria al final del capítulo)

El juego de Blood estaba estudiado al milímetro por lo que rara vez se daban coincidencias, todo estaba planeado y sucedía por una razón que  poca gente conocía

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El juego de Blood estaba estudiado al milímetro por lo que rara vez se daban coincidencias, todo estaba planeado y sucedía por una razón que  poca gente conocía. Y en ese momento, en la ciudad de Sevilla, tres almas estaban destinadas a encontrarse para que algo o alguien tuviera su hueco en el futuro.

Mientras una de esas almas recorría la ciudad en busca de algo de comer, después de despedirse de sus queridos alumnos, otra alzaba la voz en las paredes de su casa para dejar clara su postura sobre un futuro matrimonio. No iba a atacarse a alguien sin conocerlo, ¡prefería podrirse en un convento!

En cambio, la más vieja de todas, aquella alma que había pervivido por más siglos que ninguna, se cernió sobre la cama de hospital y tomó posesión del cuerpo de la joven que estaba abandonando el mundo de los vivos en ese mismo momento. Recompuesta, y luciendo otro atuendo que no fuera esa horrible bata verdosa, abrió la puerta y sonrió inclinando la cabeza ante las miradas atónitas de los médicos al ver que caminaba con normalidad. Algunos creyeron que se trataba de una alucinación puesto que esa misma chica, que ahora daba saltos en medio del pasillo, había pasado cinco años tendida en una cama esperando su final debido al cáncer.

─¡No puedes salir! ─gritó una enfermera, corriendo detrás de ella.

Sin embargo, ya no era la misma joven que había conocido postrada en una cama. Alguien más estaba en su interior ocupando el lugar que había dejado su alma. Una poderosa criatura.

─Estoy bien ─murmuró, antes de cerrar la puerta y respirar el aire limpio del exterior. Había pasado mucho tiempo sin tomar un cuerpo y la sensación de volver a la vida, de resucitar entre los muertos, invadía su mente haciéndola sonreír y pegar saltos a diestra y siniestra. Pero se sentía expuesta, no tenía en sus manos sus apreciados tesoros─. Debo ir a por ellos.

El estacionamiento del hospital estaba lleno; tenía donde elegir. Se decantó por el AC Cobra, un bonito descapotable de color gris. Comprobó que no hubiera mucha gente alrededor y saltó al interior del vehículo. Solo tuvo que mover sus dedos, chasquearlos, para que el motor se encendiera.

Encontró un mapa en la guantera y se sintió aliviada al ver que sí había una carretera que conducía a Sevilla desde el pequeño pueblo al que había ido a parar después de llegar a España.

─Espero que tengas preparado el café, Raisa ─dijo Nana, colocándose las gafas de sol que encontró junto al mapa─. Ya voy para allá.

Al salir del aparcamiento, pisó el acelerador y dejó que el viento golpeara contra su nuevo rostro. Amaba conducir. Era lo más cercano que podría estar de volar, después de que sus alas decoraran las puertas del Cielo y perdiera su condición de celestial. Por eso, y quizás porque no temía a las autoridades humanas, ignoró a los policías que la persiguieron durante un buen tramo de carretera hasta que se rindieron.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Where stories live. Discover now