35. Verdades al descubierto

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Verónica jugó con la página del cuaderno de Nana, estrujándola y doblándola en múltiples direcciones

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Verónica jugó con la página del cuaderno de Nana, estrujándola y doblándola en múltiples direcciones. No tenía un fin concreto, estaba perdida en sus pensamientos, totalmente ida. Sentía que su alma abandonaba el recipiente de carne y hueso que tenía a su disposición para luego volver pasados unos minutos. No sabía cómo reaccionar, ni qué decir o qué hacer. El bloqueo era completo y el silencio de su mente lo demostraba.

En su interior, donde antes estaba Blood, no había nada. Solo silencio.

Podía sentir las miradas de Palma y Richard a unos metros de ella, desde una de las ventanas de la casa. Se había ido a refugiar a la antigua fuente de Nana donde el grigori solía rezar, sentándose en la fría piedra, mientras sus manos no dejaban de moverse destrozando el papel. Lo había visto una vez y había sido suficiente, no lo quería volver a ver. Era demasiado hasta para ella.

Se culpaba de no haber sido capaz de despedirse apropiadamente del grigori. Ella misma se lo había recriminado a Nana cuando su mente viajó a los recuerdos que le mostró la cruz, aquellos que antes habían estado bloqueados. Ahora, sin embargo, cuando tenía la oportunidad de decir adiós a la gente que amaba, era incapaz de actuar. No podía asimilar la noticia ni lo que venía después.

Verónica negó con la cabeza e intentó no vomitar cuando las arcadas empezaron a martillearla. Simon no se acercó a pesar de estar a pocos metros de ella, con Ana en brazos. Estaba esperando, permitiéndola el tiempo que necesitaba para asimilar todo. Mientras tanto, sus ojos no la abandonarían.

Mi familia va a morir.

Era tan cruel, tan injusto... Ya habían sufrido suficiente.

Maldita sea.

Ellos podían amar, no como los demonios. El dolor de criar a una hija sabiendo que estaba destinada a morir se había repetido a lo largo de seis vidas, porque esa era la venganza del monstruo de ojos rojos. Obligados a engendrar a todas las reencarnaciones, muriendo al mismo tiempo que ellas lo hacían. Sueños perdidos, familias destruidas, futuros olvidados... La verdad estaba expuesta y nadie podía atreverse a negarla. Eran los que más habían sufrido las consecuencias del juego.

Eran sus padres... Y ellos iban a...

Estrujó con más fuerza la dichosa hoja cuando una nueva arcada la sacudió.

―Verónica ―la llamó Simon, preocupado.

Su madre había intentado educarla bajo sus propios valores, haciendo a un lado su herencia. Siempre había sido la niña traviesa que Nana acunaba entre sus brazos. Huía de sus padres, de sus normas y del futuro que representaban, lleno de directrices y jaulas. Muchas veces los repudió, pero ahora entendía que todo lo que habían hecho buscaba un mismo objetivo: protegerla. Ellos, aparte de Nana, conocían el mal que acarreaba su vida, y el sufrimiento y los obstáculos en su camino.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Where stories live. Discover now