7. Juntas para siempre

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—Si piensas que esto es una pesadilla, no te imagino en el futuro —dijo una voz—

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—Si piensas que esto es una pesadilla, no te imagino en el futuro —dijo una voz—. ¿No vas a despertar?

Una mano se apoyó en su mejilla, despertándola. No había nadie a su alrededor, tan solo muebles. El muchacho que había escuchado hablar y la que debía ser la dueña de aquella suave y fría mano no estaban. Pero, ¿había sido un sueño?

Su visión estaba borrosa por lo que no alcanzaba a ver dónde se encontraba. Aunque más que su localización, lo que en verdad la preocupó fue el hecho de estar completamente desnuda y sentir sus extremidades pesadas siendo muy difícil moverse. ¡No podía apenas moverse!

Asustada, Holy permaneció en lo que debía ser un sofá y ocultó su desnudez con sus manos.

—¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy sin ropa?

No recordaba nada de lo sucedido horas atrás. Tenía pequeños fragmentos distorsionados repitiéndose en su mente: el beso de la habitación, correr detrás de Julia y Junia, la declaración de Jupia... Todo se había ido al traste en pocos minutos, en realidad. Lo que habían ocultado durante tanto tiempo, su querida burbuja de cristal se había roto muy rápido. Tanto, que fue incapaz de despedirse de aquella felicidad.

Cuando su vista se aclaró quiso caer en el mismísimo Infierno para refugiarse de semejante vergüenza.

El despacho de Luis estaba hecho un desastre. Las cosas del escritorio se encontraban tiradas en el suelo, algunas de ellas incluso rotas o destruidas por la caída. El sofá en el que estaba sentada tenía manchas de sangre y de cera, al igual que algún que otro rasguño cómo si alguien se hubiese puesto a arañar la tela con un cúter. Un cuadro de la pared se había caído, rompiendo el cristal. Y su ropa, además, estaba destrozada.

Al levantar la mirada y posarla en la mesa del escritorio descubrió un conjunto nuevo acompañado de una nota. Y a duras penas, debido al dolor, llegó a la mesa y alcanzó a tomar la nota.

—Es una pena que Jupia no se nos uniese ayer. Hubiera sido mucho mejor para ti. De todas formas, aquí te dejo un cambio de ropa para que puedas volver al internado sin problema. Es curioso. Jupia y tú tenéis la misma talla —leyó—. Por tu bien, Holy, será mejor que mantengas esto en secreto. Nadie te creerá si decides acusarme. Santa Cruz es mi patio de juegos y a partir de ahora tú serás mi juguete favorito. Felicidades, le arrebataste el puesto a tu querida novia.

Una sucesión de imágenes arremetieron contra ella provocando que se cayese al suelo y se golpease con lo que parecía ser una vela gastada. Y el recuerdo de la vela encendida sobre ella hizo que una ola de escalofríos impactase contra ella, provocando en consecuencia que silenciosas lágrimas se deslizaran por sus mejillas mientras su mente se debatía entre romper aquella nota o tirarse desde lo alto de la iglesia.

Sintió asco y verdadero horror al diferenciar manchas violetas sobre su cuerpo y rastros de sangre. Las ganas de vomitar aumentaron al fijar su atención en las marcas de sus muñecas. Estas mostraban señales de haber sido apresadas con cuerda, y con el roce se habían creado heridas que todavía se mantenían latentes.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora