6. El fuego y el beso

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Os recomiendo escuchar esta canción al leer. 


—Explícamelo de nuevo, Favre

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—Explícamelo de nuevo, Favre. No entendí una mierda de lo que dijiste.

Verónica volvió a caminar la misma distancia por decimosexta vez, exasperando al fantasmal que hubiese preferido seguir con su lectura a aguantar a la última reencarnación de Blood y su insoportable curiosidad por saber cómo su mejor amiga había acabado reviviendo sus memorias, especialmente las más cercanas a la muerte de Jupia.

—Es fácil de entender. Lo que pasa es que no me escuchas con atención —dijo Favre—. ¡Deja de dar vueltas!

—No puedo quedarme quieta. ¡Tengo que hace algo! —exclamó la joven.

—No depende de ti, y menos en tu estado. —El muchacho de cabellera castaña y aspecto agraciado suspiró. En verdad, ninguna de las reencarnaciones se parecía en algo. ¡Y menos mal! No hubiese soportado a Cerise de ser cómo Verónica—. Holy debe salir por si misma del agujero en el que ahora se encuentra atrapada. Y tú, por mucho que te quejes, ¡no puedes interferir!

—Primero, deja de gritar. Segundo, ¡hago lo que me da la puta gana!

—Los pilares han perdido su toque con los años, al parecer. Sé de James porque suele visitarme, pero no sabía que la situación estaba tan perdida para que la última reencarnación sea una niña caprichosa que no entiende nada de lo que sucede a su alrededor. —Verónica pensó cuanto tardaría en callarle la boquita. Luego, segundos después, descartó la idea al recordar que no era más que un alma encerrada en un libro—. Solo tienes que ver cómo reaccionó Holy al verte. No puedes interferir, de ninguna manera.

—Dejando aparte nuestras discrepancias, explícame de nuevo qué es este lugar.

Favre esperó una disculpa, una palabra que no llegó.

—Se podría considerar una dimensión paralela que Dios creó al encerrarme aquí. En este lugar vivimos las sombras y yo, nadie más. Algunas veces tenemos invitados pero no duran mucho tiempo. Esas son las almas que el libro devora para reforzar el poder de las sombras, que al igual que los demonios deben su poder a las almas. En casos normales, yo habría sido su alimento como otro cualquiera. Y aquí me tienes, por lo que muy normal no soy.

—No entiendo eso último —murmuró Verónica, sentándose en uno de los bancos de la iglesia—. ¿Cómo es que las sombras no te pueden hacer nada? No sabía que había gente inmune a su poder.

—Es un secreto. Pero sí, hay a quienes las sombras no pueden tocar. Y yo soy uno de ellos.

—Creía que las sombras te habían perseguido durante toda tu vida y que por ellas habías hecho un trato con Cerise, llevando contigo su marca. ¿Es mentira todo lo que me dijo Simon?

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Where stories live. Discover now