23. Eres mi serpiente y siempre lo serás

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Duele

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Duele.

Algo está creciendo. ¿Por qué crece?

Verónica se revolvió en la cama de nuevo. Dolía, dolía mucho. Colocó las manos sobre su cabeza y apretó mientras formaba una bola con su propio cuerpo entre los gritos que salían de sus labios. Llamó a Simon en medio de aquella agonía pero no respondía a sus suplicas. Estaba sola. No había nadie en la habitación. Las luces se encendieron de golpe y vio el origen de su malestar. Sus manos no llegaron a tiempo antes de que un grito desgarrador tensase sus cuerdas vocales.

Gritó.

Su cuerpo no era el mismo. Lucía como una embarazada de ocho o nueve meses. El tamaño de su barriga no era normal, no para ella. Los niños se revolvían en su interior y notaba cómo luchaban por salir. Querían salir. La imagen de un rostro apareció sobre su piel al tiempo que las luces volvían a fallar. Y no solo eso. Las sabanas de la cama estaban manchadas de sangre, y no era suya. Pertenecía a alguien más.

Se arrastró hacia el borde de la cama encontrando el cuerpo inerte de Simon tirando en el suelo. Tenía el pecho abierto y no había rastro de su corazón.

Estaba muerto.

—¡Verónica!

El rostro de Simon fue lo primero que vio, después siguieron la cama, los muebles y las sábanas enrolladas al final del colchón. Los dos estaban en ropa interior y mostraban los resquicios de horas atrás. El cuello del cambiaformas parecía un collage erótico con todos los chupetones que tenía, y ya no hablar de sus hombros o espaldas llenos de arañazos.

Se aferró a él en busca de un pilar en el que sostenerse mientras sentía que algo la succionaba. Había sido una pesadilla, ¡claro que sí!

—¿Qué ha pasado? —la preguntó con legañas en los ojos. Le había despertado con sus gritos—. ¿Una pesadilla?

—Me...crecía...la...la...

Apenas podía hablar.

Para su sorpresa, Simon pareció entender qué había sucedido y porqué había soñado con eso.

—Es normal —susurró, besando su frente. La tomó en brazos y la acomodó encima de él, envolviéndola con sus brazos. Verónica apoyó la cabeza en su pecho y escuchó los latidos de su corazón. Ahí estaba, en su lugar—. Alina también pasó por eso.

—¿Cómo es el embarazo de alguien como...?

—¿Tú?

—Sí.

—Es un poco... ¿loco? Bueno, todo en esta vida tiene su punto de locura. —Simon acarició su melena marcando un ritmo que la dejó rápidamente en trance—. Alina empezó a tener pesadillas en las que veía, entre otras muchas cosas, como un rostro emergía del interior de su cuerpo y se movía por su piel. Según decía, y que yo recuerde, tenía el cuerpo de una embarazada a punto de parir. El tamaño de su barriga era enorme y lo sentía crecer en cuestión de minutos mientras se revolvía de dolor. Siempre despertaba gritando y empapada de sudor. Justo como...

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Where stories live. Discover now