11. Las mentiras del viento

632 89 52
                                    


"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio."

Cicerón


No era la primera vez que se despertaba en un sitio ajeno, con un dolor de cabeza tremendo y el estómago revuelto con ganas de vomitar

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

No era la primera vez que se despertaba en un sitio ajeno, con un dolor de cabeza tremendo y el estómago revuelto con ganas de vomitar. Parecía que hubiese despertado después de una borrachera de caballo y con una resaca de los mil demonios. Pero, en realidad, no tenía nada que ver con el alcohol. Su cuerpo estaba acostumbrándose a la realidad, al mundo fuera del libro. Su ropa seguía machada de sangre negra y tenía varios cortes en sus piernas. Nada fuera de lo normal.

Lo extraño, eso sí, era la presencia de Elías en aquel salón. Sí, se había despertado en la casa de Miguel y ante la ausencia de este su aprendiz la había vigilado mientras dormía. Y era perturbador. El prior era alguien agradable, en el que una podía confiar y poner parte de sí para entablar una buena amistad. Pero Elías no era igual que su mentor. No era de fiar.

Al momento de despertarse, mareada y magullada, Verónica se reincorporó lentamente descubriendo al hombre que la observaba en un perturbador silencio. Estaba sentado en una banqueta mientras ella ocupaba gran parte del sofá y una manta cubría su cuerpo protegiéndolo del frío mañanero.

Cuando su vista se aclaró, comprendió que Elías estaba mucho más cerca de lo que creía.

—¿Debes de estar de coña? —Fue lo primero que dijo.

Su reacción provocó la risa a su acompañante, el cual siguió observándola sin pestañear.

—No me esperaba que lo primero que dijeras al despertar fuese eso.

—¿Cómo llegué aquí?

—¿Me lo preguntas a mí? —El hombre sonrió—. Te encontré tirada en mi puerta.

Recordaba estar con Favre y Holy en el patio de Santa Cruz antes de que todo el teatro bajara el telón. Pero, después de eso, solo había oscuridad en sus recuerdos. Imágenes teñidas de negro y un frío polar.

—Tiene gracia que no sepa cómo llegué hasta ahí.

—Quizás, no lo sé, puede que estuvieras borracha o drogada —supuso Elías.

Negó con la cabeza casi de inmediato.

Una cosa era el alcohol, y otra muy distinta las drogas. Ninguno de su grupo, salvo Adri, había probado alguna sustancia del tipo. Aunque, ahora que lo pensaba bien, puede que Jina las hubiese experimentado con los años que tenía.

—No me van las drogas, así que no —respondió—. ¿Tienes algo de agua?

Elías señaló una mesita dónde había una garrafa de agua y un vaso. No se levantó, solo miró hacia allí.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Where stories live. Discover now