18. Las semillas del traidor

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"Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición."

Francois de la Rochefoucauld


Vivir con Caris no era tan complicado como hubiese pensado

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Vivir con Caris no era tan complicado como hubiese pensado. Podía hacer lo que quisiera siempre que estuviese puntual en el desayuno, en la comida y en la cena. Tenía libre albedrío para caminar por la casa o ir a recorrer la ciudad. Al contrario que sus padres, Caris la dejaba hacer lo que quisiese mientras no se saltara las pocas normas que había. La puntualidad era la más importante de todas, seguida muy de cerca por la educación. A cierto demonio le gustaba jugar al perfecto caballero lo que saboreaba la impaciencia de su muñeca.

Desde que había admitido saber que era un demonio, Caris no la había mirado con otros ojos que no estuvieran teñidos de dorado. Podían estar en público y todavía mantenía sus ojos a la vista. Intentando provocarla en todo momento, divirtiéndose con su sufrimiento.

A veces, por las mañanas, Caris la convencía para ir a dar un paseo por la ciudad parando en alguna que otra tienda. Parecía tan amable que nadie dudaba de su honestidad al hablar. Quién se cruzaba con él acababa embelesado por su disfraz. En esos momentos, tan habituales en los últimos días, ignoraba las actuaciones de Caris mediante los productos buscando algo que llamase su atención.

Había pasado una semana y media desde que había vuelto a Sevilla, y parecía como si hubiese sido ayer. El tiempo pasaba tan rápido que temía volver a Santa Cruz más tarde de lo que tenía planeado.

Sin embargo, ese día algo nuevo sucedió. Zenón se reunió.

Estaba tumbada en el sofá leyendo el libro de "Alicia en el país de las maravillas" cuando un golpe la asustó. Caris estaba encerrado en su despacho, por lo que solo ella podía oír el timbre y abrir a los invitados que tras la puerta principal esperaban poder entrar. Y por un momento, se negó.

Seguiré leyendo, sí. No pasará nada porque esperen un rato.

De nuevo, la puerta se sacudió.

—¿Por qué no abres? —le preguntó Caris, materializándose frente a ella.

—Son tus invitados, no los míos.

—Tu familia eran parte de todo esto. Deberías respectar sus deseos y seguir su camino.

—No pienso unirme a tu culto satánico si es lo que insinúas —respondió, cerrando el libro y encaminándose hacia las escaleras—. No rezaré a un dios que te inventaste. Ya tengo uno.

Caris la tomó de la muñeca.

—Tienes que saludar a los invitados. Recuerda que tus padres eran muy queridos por los demás miembros. Y, bueno, ya saben del trágico accidente. Así que, escúchame, y quédate donde estás.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora