17. El juguete de Zenón

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"Cuando el niño destroza su juguete, parece que anda buscándole el alma."

Victor Hugo



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Después de casi siete horas de viaje, y tres paradas en áreas de servicio llenas de camioneros y peregrinos a la espera de algo de comida para reponer las fuerzas, llegaron a su destino. Los campos de cultivo asolados por el calor tan propio del sur dieron paso a las líneas interminables de pisos y calles apestadas de coches. Sevilla había crecido en los últimos años, y su extensión parecía equiparar a la capital del país. Llegado el momento, ya superados los primeros pueblos que habían pasado a formar parte de la ciudad, el gran tesoro de los sevillanos apareció en el horizonte. El río Guadalquivir sonsacó una sonrisa a la joven, que había permanecido indiferente durante todo el viaje. Un pequeño gesto que se vio distorsionado cuando el puente de Isabel II, uno de los más famosos de la ciudad, se puso en su camino.

Si lo cruzaban, no habría marcha atrás.

Ya hiciste tu elección, se recriminó. No puedes arrepentirte ahora.

—¿Feliz de volver a casa? —la preguntó Caris, apartando con descaro los ojos de la carretera. No era la primera vez que lo había hecho, por lo que ya ni se preocupaba de sufrir un accidente. Tampoco es que la fuese a pasar nada. Su cuerpo sanaría y su alma seguirá intacta, a la espera de que Cronos tomase lo que le pertenecía—. Yo diría que sí.

—Estoy feliz —contestó—, pero me hubiese gustado que mi compañía fuese otra.

—Quizás, ¿tu amiga?

—Verónica no habría venido conmigo.

—A juzgar por su comportamiento en Santa Cruz, sabe más de lo que debería. ¿Qué le dijiste?

—¿Por qué tendría que mentirle a mi mejor amiga? —Holy apoyó la cabeza en la ventanilla y miró de reojo al hombre que había traído la ruina a su vida. Pues, de no ser por él, sus padres seguirían siendo las personas animadas, felices y confiables que recordaba a duras penas—. Sabe todo.

—Mientes.

—No miento.

—Sigues teniendo esa manía —comentó Caris—. Te tocas la mejilla derecha cuando mientes. Lo hacías cuando eras una niña, y aún sigues haciéndolo. No deberías olvidar quién te conoce mejor, Holy. Ahora que tus padres se reunieron con Raisa, y no tienes a nadie más, soy el único que conoce a la verdadera Holy Parmen. Puede que hayas engañado a la gente de Santa Cruz pero yo he visto más que ellos, mucho más.

—Tienes la ventaja del tiempo, pero no de la confianza. Nunca llegarás a conocerme realmente.

Dio por zanjada la conversación y se dio media vuelta, dándole la espalda, para contemplar las hermosas vistas de la ciudad. No era de noche por lo que la magia apenas se notaba. Tendría que esperar unas horas más para ver la luz que tanto tiempo había anhelado, esa misma luz que tomaba forma al ponerse el sol.

Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora