Las cadenas del ángel (Saga Scarlet #2)

12. El dibujo y la sangre

"La senda que lleva al paraíso comienza en el infierno."

Dante Alighieri

Al llegar a Santa Cruz, después de lo sucedido en la casa de Elías, Renata se llevó a Verónica a su despacho dejando a Holy en compañía de la golondrina y el perro fantasmal que tan solo unos pocos podían ver.

Menudo panorama.

Jina golpeó con su pico el cuero cabelludo de Holy y esta extendió la mano hacia ella dónde se posó.

—Será mejor que descanses —murmuró en voz baja.

Había muchos ojos mirando, y con razón. La joven Parmen había desaparecido muchos días y las condiciones en las que volvía no eran precisamente normales. Aún había sangre negra en su ropa y las ojeras de sus ojos delataban las lágrimas que minutos antes había derramado.

—Vamos a tu habitación.

Holy asintió con la cabeza pero dudó en entrar al castillo. Miró la arcada durante varios minutos, sin pronunciar palabra alguna. Solo observó la puerta y se pellizcó, como si intentase despertar de un sueño.

—Será mejor que descanses —dijo Hach.

Jina asintió con su cabecita y saltó hacia el brazo de la joven. Desde allí tenía buena vista de la única persona que seguía asomada en la ventana del edificio. Todos los demás, si bien seguían observando, intentaban disimular su curiosidad haciendo otro tipo de cosas. Esa chica, en cambio, no ocultaba el objetivo de su atención. Controlaba atentamente dónde y cómo se encontraba Holy, sorprendiendo a la golondrina.

Había escuchado hablar a Verónica sobre ella, y aunque no recordaba su nombre, sabía reconocer un pelo teñido cuando lo veía.

—Sí, necesito dormir —soltó Holy de pronto, caminando hacia el castillo.

Ninguno de los cambiaformas tenía idea de lo que había ocurrido dentro del libro. Pero las palabras de Holy en la casa del prior, en presencia de Renata, les había alarmado de sobremanera. La muerte de Nana a manos de las sombras seguía muy presente, y no por la relación que hubiese con el grigori. El hecho de que el pilar más fuerte hubiese caído el primero era un presagio de mal augurio que del que nunca se olvidaban.

Las sombras, de algún modo, habían descubierto que Caris aparecía de un momento a otro en el internado. Del cual, según Verónica, debía mantenerse alejado a toda costa. Y si bien Jina no conocía al hombre, ya se hacía una idea de cómo era con las descripciones de su amiga.

Caris es el que le puso las cruces a Holy, es ese maniaco.

Pero, a pesar de todo, Caris no era el verdadero problema. Las sombras no podían comunicarse con nadie. Habían perdido el habla al convertirse en los monstruos sin forma que todo ser sobrenatural conocía. Entonces, ¿cómo se podía explicar lo sucedido en el libro? Holy sonaba segura y dolida. No era producto de su imaginación.