Capítulo XXIV

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Lyla miró Eratris a través de la escotilla de la nave. El gran planeta, cubierto de nubes, huracanes, cordilleras y océanos, era asombrosamente parecido a la tierra, aunque visiblemente más agreste y con más lunas de las que la joven jamás había visto. Le parecía surrealista estar allí, frente al lugar que alguna vez habilitó su existencia, en un contexto tan apremiante y decisivo.

Su tío Clark la había acompañado para suplir a Kara y así permitir que esta permaneciera junto a Lena y capitaneara la Liga en su ausencia. Sería su compañero de entrenamiento durante el tiempo que pudiesen permanecer allí, y a su vez la ayudaría a sobrellevar su tarea, que tan pesaba podía resultar a alguien de su juventud. Lyla se sentía ciertamente más tranquila con su presencia, pero también le apenaba que hubiese tenido que alejarse de Luisa, sobre todo en aquellos tiempos.

Se preguntaba cómo serían los antiguos de los que la Kara futura había hablado. Según le dijeron sus madres, las formas de vida en Eratris eran como de una película de ciencia ficción, y sus habitantes, aunque no los habían visto, eran conocidos por ser salvajes y sanguinarios. Los clanes vivían disputando entre sí, y no existía ninguna jerarquía general aparente. Lyla se figuraba que los antiguos podrían representar ese papel desde el asteroide lunar al que los iban a buscar, o bien podían ser una civilización aparte de la que residía en el planeta bajo sus narices. Por entonces, todo era un misterio. Si Lyla no hubiese estado tan preocupada, aquel viaje podría haberle resultado sumamente emocionante. Aunque, claro está, una pizca de su antiguo yo, ese que existía antes de la primera mención de la fuerza superior, aún botaba de enérgica curiosidad y asombro hacia sus orígenes.

Sintió la mano de Clark sobre el hombro y se volvió a verlo. Su tío le sonrió amablemente. Traía puesto su traje de Superman, como si estuviese listo para el combate. Lyla iba con el uniforme de su secundaria. De allí había salido esa mañana hacia la DEO, y no quiso quitárselo por el simple hecho de que era algo que le otorgaba la ilusión de que era una alumna más del montón; alguien irrelevante cuyas metas eran aprobar el año y divertirse con sus amigos, no salvar el universo.

- Ya casi estamos allí – declaró Clark –. ¿Estás lista para esto?

- No más que cuando desperté esta mañana – admitió Lyla, torciendo el gesto –. ¿Crees que quieran ayudarnos?

- Hay pocas razones por las que no lo harían – opinó él –. Tu historia con este lugar debería conmoverlos en última instancia. Y bueno, también está el detalle de que podrían ser destruidos.

- Mi historia es con Eratris, no con Ganga. Aún no sabemos si son la misma cosa... Pero en cuanto a lo otro, te doy la razón. Si son sabios como decían los archivos de Kryptón, tendrán que comprender el aprieto.

La nave descendió sobre el asteroide lunar, que a Lyla se le asemejó más a un planeta diminuto que a lo que Tocs había mencionado. Se veía vegetación, y también algunas fuentes de agua, aunque no tanto como en Eratris. Abundaban, en cambio, los cañones y las montañas; las zonas rocosas.

Aterrizaron frente a un palacio de piedra grisácea cuyas cumbres se elevaban hacia el cielo como en una construcción gótica. En los jardines crecían árboles de perlas metálicas y frutos azules y verdes. Los troncos eran translúcidos como diamantes, y por su interior se veía correr la sabia roja como sangre.

- Esto es asombroso – comentó Lyla, sin poder dejar de mirar alrededor. El cielo tenía una tonalidad verdosa de atardecer tardío. El sol ya se había ocultado detrás del castillo.

- Lo es – concedió Clark –. Y parecen tenerlo todo para ellos. ¿Has visto que no hay pueblos, ni villas, ni ciudades alrededor? Es como si estuviesen solos.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora