XVIII

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Cuando atravesaron la atmósfera de Niat, Kara supo de inmediato que algo andaba mal. No dudó en preguntarle a Arguisa lo que ya se imaginaba: en aquella zona del planeta, no eran normales las tormentas tan fuertes, los huracanes y los terremotos que se le hacían tan conocidos. Lyla era sin dudas la responsable. 

Su radar detectó las señales de una nave colmena unos kilómetros más abajo. Se dirigieron directamente hacia allí, observando los destellos y oyendo los furibundos golpes de un indudable combate.

Kara solicitó que abriesen las compuertas. No podía esperar un segundo más. Congeló a Lena por última vez y se lanzó hacia el cielo nublado, volando en dirección al suelo selvático donde acababa de producirse un cráter. 

Lyla estaba tendida y cubierta de tierra en medio de la hendidura. Una sombra se aproximaba a paso lento hacia ella: el pecho le brillaba, anaranjado y palpitante. Kara reconoció a Musia y a Detrik'hurn entre un pequeño grupo de observadores. No le gustó para nada la mirada que le dirigió la gran Courtiana. 

Voló hasta su hija sin hacer caso del resto, levantándola por debajo de los hombros. Lyla entreabrió los ojos por debajo de los hilos de sangre que le nacían de la frente. Tal como estaba, Kara no se explicaba cómo seguía consciente. No la había visto en un estado como aquel desde su batalla con Neriza. 

- ¿Mamá? - murmuró la joven, ronca. 

Kara frunció las cejas y observó a la sombra que se acercaba a ellas, comenzando a sentir la cercanía indudable de la kryptonita en su cuerpo. 

- Hija de perra - gruñó, mirando a Musia con ojos iracundos. Parecía tener un cóctel para cada miembro de su familia, incluida Lyla. 

Musia enseñó los dientes y levantó las manos hacia los costados. 

- Kara Zor-El, te estábamos esperando. 

- Yo también esperaba encontrarte - siseó Kara con una voz que no parecía suya-. Para arrancarte el corazón y ver cómo te abandona ese gesto sabiondo mientras tanto.

Lyla la contempló de reojo, atónita. ¿Podía ser esa verdaderamente su madre, la dulce, la justa, la última persona a la que habría pensado oírle decir algo como aquello?

Quizás se había golpeado demasiado fuerte la cabeza. 

 Musia sonrió con satisfacción. 

- Las cosas han cambiado, ¿no es así?  Conozco esa mirada que tienes: hasta la persona más íntegra puede despertar un día y saber que no tiene nada que perder. Es el primer paso a la libertad- subió su atención hacia la nave que se acercaba- Déjame adivinar, ¿allí está Lena? He oído rumores de que no te despegas de ella. Qué leal... Puedo ver por qué su amor es legendario en todos los mundos. Está en todas las baladas, odas y canciones de los artistas clandestinos, cultos y mediocres. Es... venéreo. 

Lyla se agarró las costillas y tosió sangre dos veces. 

- ¿Mamá está mal? - le preguntó a Kara. 

- Necesita tu sangre para sanar - respondió ella. 

- No, su sangre no servirá- dijo Musia, llevándose una mano al bolsillo. Kara y Lyla la miraron -. Esto es lo único que podrá salvarla - les enseñó un frasco con un líquido oscuro, Lyla supuso que un antídoto -, pero tiene un precio. 

Por supuesto que tenía un precio: Musia era una estratega. Creyó que Lena moriría, pero al saberla viva, pudo usar la situación a su favor de todas formas. Restaba saber de qué manera. 

Lyla se separó de Kara y se puso de pie por sus propios medios.

Kara contrajo los músculos y se dispuso a despegar, pero la sombra que había peleado con Lyla la atrapó, fugaz, y la tomó por los brazos desde atrás, inmovilizándola. Su corazón luminoso cobró una tonalidad verde, y en la piel de Kara se formaron venas de incidencia de kryptonita. Gruñó, adolorida, y cayó de rodillas. 

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora