Capítulo XIV

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A Lyla no le parecía que las plataformas de metal cayeran de la nada sobre los escenarios, no sin provocación. Por eso, una vez que las autoridades pertinentes llegaron a la escena, y que la directora Ruperts (una mujer cincuentona de aire amable, regordeta y de tez oscura) las escoltara a ella y a Estela a las afueras del salón de actos para hablarles y llamar a sus padres, se dispuso a escabullirse para chequear por su cuenta la escena del crimen.

Pero no tuvo oportunidad de hacerlo. Ambas chicas fueron llevadas directamente a la oficina, sin espera de por medio, ni chance para inventarse una excusa tal como ir <<al baño>> o <<por un bocadillo>>. La señora Ruperts las interrogó, y entre las dos le contaron cómo había sucedido el incidente. La mujer agradecía a todos los santos por que estuviesen bien, y se disculpó con ellas como si el asunto hubiese sido culpa suya. Lyla y Estela oyeron en silencio sus protestas acerca del presupuesto de la institución, y de lo mucho que a diario insistía al consejo para que se hiciera una revisión de los rincones olvidados. Muchas vidas estaban en sus manos, y cualquier incidente podría generar consecuencias nefastas.

Cerca de media hora más tarde, llegaron los padres de Estela, y también Amelia, que suplantaba a las madres de Lyla debido a que, ciertamente, el aspecto demasiado juvenil de estas podría haber llamado la atención.

Amelia no tuvo el más mínimo problema para interpretar el papel de tía consternada, y hasta le metió a su actuación, para decorarla un poco, algo de colérica indignación hacia el colegio y hacia la ineficiencia de las medidas de seguridad. Fue un poco más allá cuando manifestó que se había dado un susto de muerte al enterarse de cómo su <<palomita>> fue casi aplastada por una plataforma de media tonelada. Lyla tuvo que hacer un esfuerzo monumental por retener la risa al ver la exageración que empleaba en los ademanes y la voz aguda y remilgada que se había sacado de debajo de la manga.

Los padres de Estela escuchaban el arrebato de la mujer con ojos juiciosos y sumidos en una seriedad absoluta. A Lyla se le antojaron fríos y distantes. Cuando ingresaron, no hubo palabras cálidas o siquiera de alivio hacia el milagroso bienestar de su hija, sino una mirada apagada por parte de Camila Browning, y una de sublime atención por parte de Albert Browning. La madre era alta, con el cabello corto y entrecano, los labios finos y apretados y la nariz delicada como la de su hija. El padre era aún más alto, de complexión fuerte, rasgos bien definidos y unos ojos azules y bastante más claros que los de Estela. Ninguno de los dos dijo una palabra, más allá de un corto saludo al entrar. Escucharon pacientemente a la directora, y luego esta última les pidió a las niñas que salieran. Lyla vio que Amelia le guiñaba un ojo antes de traspasar la puerta, articulando un <<ya lo tengo>> en tanto lo hacía.

Una vez en el salón adjunto a la dirección, las dos se sentaron a esperar, al principio en silencio, pero Estela no pareció dispuesta a seguir conteniéndose.

-         Creo que te debo las gracias – dijo, mirándola directamente –. Fue un gran susto... Si no hubiese sido por la forma en la que reaccionaste...

-         No tienes que agradecerme – Lyla tenía los ojos clavados en el suelo, y su rodilla no dejaba de moverse. La otra chica notó su incomodidad.

-         ¿Es por el accidente, o soy yo quien te pone nerviosa? – Preguntó sin rodeos.

Lyla se volvió hacia ella con los labios torcidos en una mueca de desesperación.

-         ¿Tú? ¡No! ¿Por qué me pondrías nerviosa?

-         Supongo que es algo narcisista sugerirlo, pero sucede a menudo. – Estela se encogió de hombros –. ¿Entonces qué? ¿Eres de esas alumnas impecables que sudan cuando sus padres son llamados a dirección? – Rió –. ¿O es que temes que tu tía siga armando una escena ahí adentro? Por cierto, Amelia Lang es mucho más mona ahora que la veo en persona... ¡Y la forma en la que se viste! ¿Son sus diseños? Vaya, tengo un par de faldas y tres abrigos de su estación pasada, y son mis favoritos. Quisiera pedirle que diseñara mi vestido para el baile de invierno... ¿Crees que podría? A menos que esté muy ocupada... Debe de estarlo, con la fama con la que carga... Quizás ni valga la pena preguntar. ¿Tú qué dices? ¿Lyla?

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora