Capítulo XXVI

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Unas horas antes...

- Grabación número diez desde la visita de Supergirl del futuro. Base de San Francisco. Faltan quince días para que la fuerza superior ataque la Tierra. Aquí Robin, reportando los avances del equipo...

- Hazlo sin que parezca que llevas un palo metido en el culo, Grayson.

Dick soltó un gruñido de exasperación y se volvió en su silla giratoria hacia Wally West, que lo veía con una mueca de irritante diversión grabada en los labios. A veces le parecía que solo él se tomaba las cosas en serio, sobre todo desde que Conner y Donna se marcharon a Nueva Ciudad Nacional para llevar a cabo su misión secreta.

- Esfúmate, zopenco. Si no vas a ayudar, más vale que al menos no interrumpas. ¡Ahora tendré que editar el maldito video!

- Relájate, chico – Wally se sentó en otra de las sillas giratorias de la cabina de mando y apoyó los pies sobre los controles. Dick maldijo y se los bajó –. No podemos hacer nada hasta que Donna y Conner no nos envíen novedades, y al paso que van las cosas, no parece probable que suceda hoy. ¿No te has puesto a pensar en que quizás Supergirl enloqueció después de perder a todos? No me parece muy lógico eso de dejar la salvación de la tierra en manos de un puñado de críos.

- Se lo han dejado a Lyla antes.

- Ya, pero Lyla es un caso aparte. Ni siquiera Superman, Supergirl o Númex podrían hacerle frente. Aunque la hayan puesto en el equipo, no es una de nosotros.

Dick suspiró y reinició el grabador. También había tenido sus dudas cuando, un mes y medio atrás, una Kara avejentada con un traje de Supergirl oscuro arribó a la base de San Francisco, la de la Justicia Joven, para encargarles algo que, según afirmó, solo ellos podían llevar a cabo. La mujer había empezado explicándoles por qué había acudido allí y no a la liga, y también por qué era necesario que nadie más supiese que había estado con ellos, o lo que les pediría. Al parecer, la Fuerza Superior seguía todos los movimientos de los miembros mayores de la liga, que eran los que suponían una amenaza. Era poco probable que la diosa de la muerte supiese de la existencia de los jóvenes sucesores de los héroes, y en cualquier caso, ninguno de ellos era lo suficientemente poderoso aún para llamar su atención. Eso les otorgaba una movilidad y una discreción que los mayores nunca tendrían.

Supergirl les había encomendado proteger a Estela Brown; una joven malcriada y con aires de Diva que asistía al instituto de Lyla Danvers y que, aparentemente, a pesar de parecer insignificante, jugaría un papel fundamental en la guerra contra la fuerza superior. Los detalles no eran precisos; Kara había dejado en claro que cuanto menos supieran, mejor sería para el futuro. Pero a veces resultaba desesperante no ver indicios o pruebas de que lo que hacían no era otra cosa que una pérdida de tiempo. Donna y Conner se habían inscrito en la secundaria de Nueva Ciudad Nacional para hacer de agentes encubiertos en el campo, pero hasta entonces sus informes eran poco relevantes. Dick comenzaba a perder la fe tanto como Wally, pero jamás lo admitiría en voz alta. Un buen líder debía reservarse para sí el pesimismo.

- Si creyó en nosotros para esto, será por algo. No realizas un viaje al pasado solo porque te faltan caramelos en el tarro, West. Ahora vete, déjame trabajar. Pronto llamará Donna para reportarse.

- Y nos dirá lo mismo de siempre – exhaló Wally, aburrido –. Que la tal Estella practicó cinco horas seguidas con el bendito Chelo, que atormentó un poco a los corderitos de la secundaria, que le plantó cara como insolente a un par de profesores y se retocó el maquillaje al menos diez veces en el día. ¡Con un cuerno, ya hasta me sé su rutina de memoria! Quiero acción, Grayson. ¿Qué ha pasado con el resto de las misiones? Antes sí que nos divertíamos.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora