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Para Shera, las imágenes en sus recuerdos eran un entrevero demasiado complicado como para conseguir llegar a alguna conclusión respecto a cómo estaba en aquel cuarto pequeño, escasamente amueblado, armado a base de madera y sacos de tela rellenos de paja. Mayor fue su confusión al hallarse a sí misma vendada en varias partes del cuerpo, con un hambre y una deshidratación tremebundas, un dolor de cabeza que la hacía querer arrancársela de encima de los hombros, ciega de un ojo y con todos los huesos adoloridos.

Intentó moverse y de inmediato oyó, además del crujido de las vigas de madera debajo de ella, un ruido cercano, no en la habitación, sino al otro lado de la pared. Segundos después, la puerta se abrió y una figura alta apareció entre los marcos. Estaba vestida con ropas de combate y llevaba el cabello suelto, rizado y rubio. No tuvo que forzar mucho su entendimiento adormecido para darse cuenta de que era Lyla.

Shera volvió el rostro, pues la luz que ingresó de repente por la puerta le pareció demasiado intensa a su ojo sano. Lyla se acercó y se acuclilló junto a la cama, estudiándola con detenimiento.

- Vaya que has dormido - dijo -. Comenzaba a preocuparme.

- ¿Dónde estamos?

La memoria trabajaba poco a poco, y pronto pudo recurrir a los detalles de su captura y a los sucesos traumáticos que tomaron lugar después. Lo más insólito fue, al recordar el disparo y sus implicancias, entender que Lyla estaba vivita y coleando. Y no solo eso: de inmediato la atravesó la certeza de que la misma Lyla la había rescatado y llevado a aquel lugar.

- Estamos en Niat - contestó la joven -. En mi casa.

Shera se detuvo un poco más en la contemplación del cuarto. ¿Su casa? ¿Su casa estaba en Niat? Tenía sentido: era un lugar inhóspito que nadie frecuentaba. Al sumergirse en las profundidades de las selvas más poderosas y frondosas del Unitarium, cualquiera se volvería un secreto para el mundo. Debió preverlo. 

- ¿Quiénes eran los que nos secuestraron?

Estaba haciendo conjeturas arriesgadas, y era muy probable que al asumir, errase miserablemente; primero, suponía que su teoría, la de que los dueños de la nave eran aliados de Lyla, había caído cuando ella apareció en su celda en las condiciones en que lo hizo: con el apuro y la ira estampados en el rostro, las manos llenas de sangre y completamente fuera de sí. Aunque, en realidad, una cosa no tenía por qué desligarse de la otra. Supuso que existía una parte de la ecuación que resultaba imposible de hallar, aún con la mejor de las intuiciones; pero el método de apuntar lejos de la verdad a menudo le había servido para, a fin de cuentas, conseguirla. 

Por otra parte, también asumía que las habían secuestrado a ambas: algo que Lyla de inmediato rectificó.

- No nos secuestraron. Al menos no a las dos. Eran... mis compañeros. O bueno, lo eran en ese momento.

Shera se quedó callada, observándola. Recién pasados unos cuántos segundos decidió hablar. 

- ¿Eran? ¿Qué cambió?

Lyla exhaló y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.

- Un desacuerdo fundamental de principios - replicó -. En fin, el problema está resuelto. No te preocupes, ya me desquité con ellos por lo que te hicieron.

¿Desquitarse por lo que le hicieron? Aquel comentario aumentó la confusión de Shera y le produjo cierto grado de inquietud.

- ¿Qué quieres decir?

- Lo que dije.

Shera alzó una ceja, pero la devolvió al lugar con un gesto de dolor. Lyla se acercó y analizó las heridas en su rostro. Tenerla tan cerca le aceleró el pulso.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Where stories live. Discover now