LXXV

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Para Lilah fue simple hallar a Estela. La joven estaba sentada en el jardín de la casa de Febn'hurn mirando el cielo vuelto un infierno donde pasaban las naves como antorchas. 

Se detuvo a pocos pasos de ella y esperó a que la mirara. Estela no tardó en sentir el peso de su atención y se volvió, confundida al verla tan enfocada en su persona. Entre ella y Lilah jamás había mediado palabra, así que no se imaginaba para qué la necesitaría. 

- Tienes que venir conmigo - dijo Lilah dando un paso hacia adelante.

Estela se asustó y se puso de pie. 

- ¿Es Lyla? ¿Ella...?

- Quita esa cara de acelga - resopló Lilah. La delicadeza nunca había sido su fuerte -. Tu chica sigue en pie, pero para que continúe así, tienes que venir conmigo. 

Confundida, Estela se acercó los pasos que restaban. 

- ¿Para qué? No sé pelear. 

- Joder, ¡obvio que no! - Lilah rodó los ojos -. Basta solo verte, con un cuerno- Puso los brazos en jarras y respiró hondo -. No, chiquilla, tu rol en esta guerra es mucho más importante que un par de puñetazos y una muerte asegurada -. Apoyó una mano en su hombro -. Tú acabarás con Neriza. Eres la única que puede hacerlo. 

Eso dejó a Estela todavía más aturdida que antes.

 - Perdona, pero... Creo que te equivocas de persona. 

- No, no se equivoca. 

La voz no había sido de Lilah, sino de alguien nuevo que acababa de aparecer junto a esta. La Fairin pegó un salto y se llevó una mano al pecho.

- ¡Mierda, Alaska! 

La diosa rió entre dientes y le dio una palmada en la espalda algo fuerte de más que la impulsó hacia adelante.

- Una cucharada de tu propia medicina, vieja amiga - miró a Estela poniéndose seria -. Lilah tiene razón, las Fairin no mienten. Yo le dije lo que sabe.

Estela parpadeó, alternando los ojos entre ambas mujeres. 

- Eres el único cuerpo que Neriza utilizó y aún sigue con vida - explicó Lilah -. Para vencerla y recuperar a Ryvy, necesitamos de ti.  

- Lyla y Lena lo están haciendo bien - dijo Alaska -. Pero no será suficiente. 

- ¿No se supone que los dioses no deben tener bando? - cuestionó Estela. 

Era una pregunta que deseaba hacer hacía tiempo. La presencia de Alaska, así como sus usuales apariciones, nunca le habían dado buena espina. No se fiaba de ella, ni de nadie que osara con tanta supremacía y soberbia autoproclamarse Dios.

- Aquí no hay bandos, querida - Alaska se acercó a ella y acarició su mejilla -. Solo trabajo sin hacer durante siglos y siglos... Vaya que sus antiguos dioses eran haraganes, me dejaron la parte fea, el papeleo, la diplomacia... Ahora bien, ¿estás dispuesta a ayudar?

- Ni siquiera me han dicho cómo - observó Estela, desconfiada. 

- De una forma trágica, eso seguro, pero satisfactoria - Alaska enseñó los dientes. Sus ojos antiguos y sobrenaturales en aquel cuerpo de adolescente resultaban verdaderamente desconcertantes -. Puedo ver tu alma, ¿lo sabías?- soltó una risita -. Es tan humana, tan pero tan común... Deseas servir para algo, igual que todos ustedes. Tu mayor ambición es ser importante de alguna manera, y lo has conseguido muy bien, ¿no es verdad? Atrajiste a la heredera de las gemas, el segundo ser más poderoso del Unitarium, y conseguiste unirla a ti para siempre. Es impresionante... Hasta a mí me sorprendiste. Pero en el fondo todavía lo dudas, aún te recrudece pensar en que no eres digna ni suficiente, y ese miedo jamás se irá - la tomó por los brazos y le dio unas palmaditas en la mejilla -. Así que no podrás rechazar mi oferta de convertirte en una leyenda, la responsable de que Neriza sea detenida. Podrás salvar a Lyla, a Lena, a todos... 

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Where stories live. Discover now