Capítulo XV

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-          ¿Cómo luce mi trasero en este? Creo que se ve muy marcado, ¿no te parece?

Lyla giró frente al espejo y miró a su mejor amiga, que alzó una ceja desde la cama en la que se hallaba tendida y hojeando una revista CatCo. Durante la última hora, Cleo había sido testigo de los convulsos y enloquecidos saltos de la otra joven de un vestido en otro, y aún no conseguía dilucidar cómo podían caber tantas prendas en un solo ropero.

-          Estás muy quisquillosa. Elige uno y ya está – Dijo la castaña, exasperada. Pero luego, replanteándoselo, la miró de arriba abajo. Últimamente se había vuelto muy crítica en lo que a la vestimenta respectaba –. Aunque tienes razón, no es un vestido que yo utilizaría en un evento así. Hablando de lo cual... ¿Me repites por qué quieres ir? Te invitaron los padres de Estela.

-          Hay sushi libre...

-          Y hay Estela, por doquier. Vamos, Lyl, ¡tienes que estar loca para querer en serio exponerte de esa manera! ¿Quieres sushi? Podemos pedir que nos lo traigan aquí.

-          Quiero salir un rato.

-          Pues vayamos a un bar. Te dije que Billy sabe hacer identificaciones, y en un chasquido. Se lo puedo pedir hoy, y ya las tendrá para mañana.

Lyla apretó los labios y soltó el aire por la nariz. ¿Cómo le haría entenderlo... sin hacerle entenderlo? Últimamente, más que nunca, se había sentido sofocada, como si todos a su alrededor estuviesen constantemente pendientes de ella. Y en gran medida, así era. Los guardianes, la liga, Tocs, sus madres, Cleo... ¡A donde se girase, tenía que rendir cuentas, y comportarse, y cumplir con su papel! Le habría gustado marcharse a otro planeta donde nadie la conociera... Poder obrar a su gusto y sin tener que estar pendiente de lo que el resto pensaba.

Durante las últimas veinticuatro horas, luego del accidente en el escenario y de su charla con su tía Mel, había reflexionado respecto a muchas cuestiones que, hasta entonces, había decidido dejar de lado. En su momento, quiso ignorar su sentir por Estela cuando al parecer era tan obvio, que hasta su madre lo había notado. Y no lo hizo por el temor a sus propios sentimientos, sino, concluyó, por las miradas. No solo las miradas de los demás, sino también la suya, que era la más juiciosa, porque residía en su corazón y nacía del miedo; un miedo que Lena había asentado en ella mediante sus consejos y observaciones.

Habría preferido poder desprenderse de esa parte de sí; ¡estaba harta de todo y de todos! Mirando a Cleo, estuvo convencida de que a nadie tenía por qué interesarle lo que quería y no quería hacer. Estela se lo había dicho en aquel bar... Con el poder con el que contaba, no debería pedirle perdón ni permiso a nadie... Era dueña de sus decisiones, de sus gustos, de sus anhelos... Y si lo que quería era ir a la fiesta de los Browning, eso sería lo que haría.

Por un momento, esa clase de exasperación estuvo a punto de aflorar, pero la detuvo al tiempo de darse cuenta de que se arrepentiría de descargar todo sobre la pequeña Cleo, que, tan inocente y tan humana, no llevaba la culpa de sus contradicciones.

Respiró hondo y se obligó a sonreír, disponiéndose a tratar la cuestión por otro lado.

-          Verás, tengo un poco de curiosidad...

Cleo torció la cabeza.

-          Curiosidad por...

-          Por ver a la mayor predadora del curso en su hábitat natural. Piénsalo... Todos hablan de Estela, pero en lo que respecta a los Browning, se sabe muy poco... La mayor parte son especulaciones grandiosas.

-          Cariño – Cleo se enderezó –, la mayor parte de su vida está en Google. Podemos buscar allí si quieres.

-          ¡Vamos! ¿Dónde está tu espíritu de periodista? Sabes muy bien que no todo se puede encontrar en la web. Algunas cosas hay que verlas de cerca.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Where stories live. Discover now