Capítulo VII

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¡Pero qué estúpida que había sido! ¿En qué estaba pensando? ¿Qué se le pasó por la cabeza?

Lyla volvió a darse vuelta entre las sábanas. La escena con Estela aún se repetía en su conciencia, y por alguna razón que desconocía, no dejaba de reparar en cada pequeño error que había cometido.

¿Hasta la primera cita? ¿Quién decía esas cosas? ¿Quién diablos hacía esa clase de chistes? Insinuando... ¿qué exactamente? Lyla se giró hacia el otro lado. Por Rao, ¿qué pensaría Estela de ella ahora? ¿Que era como sus madres? Es decir... No que tuviese ningún problema con ellas; no las consideraba distintas a ninguna otra pareja de padres, y mucho menos se fijaba en cosas como su sexualidad. Habiendo crecido como su hija, aceptaba a todo el mundo sin siquiera darse cuenta de ello. No existían tales diferencias, y hasta a veces olvidaba que, para algunos, sí las había. Justamente por esto último, no quería que Estela opinara sobre ella; no quería darle razones para hablar. Aún no confiaba del todo, sin importar las circunstancias, y además conocía su reputación.

Se incorporó y se secó el sudor de la frente. A aquel paso, ya no podría dormir. ¡Habían pasado tres días y aún no dejaba de preocuparse!

Y eso que Estela ni siquiera había vuelto a hablarle... Lo cual no ayudaba. ¿Estaría reconsiderando las cosas? Un paso en falso y ya todos sabrían su secreto... ¿Qué dirían sus madres? ¿Y la liga? ¿Y las tías Cat y Mel? Aquello era un desastre. Ya comenzaba a arrepentirse. Y no sabía qué decirle a Cleo, que la había encontrado mirando a Estela, y a su vez decía que Estela la miraba a ella cuando no se daba cuenta. Fingir ignorancia no serviría para siempre, y Cleo era una persona muy perspicaz. Pronto se daría cuenta de que había sucedido algo.

Lyla percibió, de repente, que uno de los focos dentro de la cabaña se avivaba. Sus sentidos, desarrollados desde su nacimiento, siempre estaban alerta a cualquier suceso aún sin estar fijándose en nada.

Se aguantó las ganas de leer aquel fuego. Tenía prohibido hacerlo, y sabía que por respeto (y más que nada ahora, con esa ansiedad galopante que la consumía), debía contener la mayor parte de sus habilidades.

Se recostó una vez más y suspiró profundamente, a la espera. El foco comenzó a moverse; se aproximaba a ella. Podía sentir su calor, su respiración y sus pasos. Una mano se posó en su espalda.

- Lyla...- Murmuró Estela, sacudiéndola un poco. La rubia se dio la vuelta para mirarla-. Vístete como para salir de fiesta, venga.

- ¿Qué?- Exclamó Lyla en un susurro, incrédula.

- ¡Que te vistas! ¿Dónde está tu ropa?

La rubia señaló hacia el suelo, donde reposaba su bolso. Estela lo tomó y, con una linterna, comenzó a revolverlo.

- Bien, ponte esto... esto... y esto- Dijo, arrojando unos vaqueros, una camisa y una campera de jean al rostro de la otra chica-. Y acompáñame.

Lyla la miró de arriba abajo y notó que estaba demasiado arreglada para un simple paseo nocturno.

- ¿A dónde quieres ir?

- ¡Ya lo verás! Vamos, haz caso.

Aunque insegura, la otra chica se bajó de la cama y se vistió con la ropa seleccionada. Estela la esperó afuera, y al verla salir aún un poco somnolienta, tomó su mano y la llevó hacia los vestuarios, donde las dos se posicionaron frente al espejo.

- Veamos- Estela se acercó y tomó su cabello para acomodarlo a ambos lados de su cabeza, evaluándolo-. Sí, creo que una trenza te sentaría bien- la obligó a voltearse y, con gran habilidad, le hizo un peinado que no habría tenido qué envidiarle a cualquier otro realizado en una peluquería-. Eso es, qué mona quedas. Nunca te arreglas para ir al instituto- observó, torciendo los labios y frunciendo el ceño.

Nuevos comienzos-  II Parte (Supercorp)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora